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CAPÍTULO 7


La Vara de hierro para el amor


7 – 3 La gratitud entre humanos, en lugar de malentendidos recíprocos


Es para valorar a cada uno en su propia libertad para hacer la voluntad divina, y no para hacer seguidores a su causa, que Jesús vendrá a reinar con una vara de hierro, primero en la pareja individual, de la que todo se origina.

Si la Guerra de los Seis Días en Israel precedió a la agitación civilizacional mundial de 1967/68, está importante mirar los resultados de los consensos religiosos, al menos en líneas generales, para saber cómo diferenciarlo de lo que Dios quiere traer hoy. Si a muchos nostálgicos de la vida anterior les gustaría volver al camino de entonces, es porque estaban en el lado correcto de la barrera, o porque no nacieron e idealizan las palabras de sus padres o abuelos.

Si la vida podía parecer dulce y llena de esperanza, es porque el período de posguerra había dejado poco tiempo para los problemas societales, excepto probablemente entre las élites a la cabeza de los movimientos, que obviamente no representaban a la totalidad de la sociedad que tenía que respetar estos consensos, para ser aceptada por la población circundante.

La iglesia era la cabeza de los valores observados por la sociedad, pero estos no representaban necesariamente la convicción de corazón de todos en esta sociedad. Se trataba de un sistema educativo a través del cual todos los poderes de persuasión del deber se consideraban útiles y buenos, en una valorización del sistema de premio/castigo, que conducía a la idolatría de los grandes hombres, como su contrario, a la condena de las minorías. Si se resaltó el estereotipo del bien, también se puso allí el mal en exceso, lo que producía muchas injusticias y supersticiones, donde Dios ahora quiere reestructurar estas mismas sociedades sobre bases cuya la verdad y la humildad individual, vienen a reemplazar la hipocresía general que surgía de eso.

Numerosos estaban ellos cuyas actitudes no estaban muy diferentes de las que vemos hoy en la Federación de Rusia. Todos se mantuvieron en una normalidad consensuada, aunque casi todos lo lograron de una manera más o menos hipócrita en los detalles de sus vidas personales. Las diferencias de comportamiento se ocultaban cuando afectaban a las llamadas clases altas o religiosas, mientras que se destacaban cuando se trataba de minorías o clases trabajadoras, para tenerlas como ejemplo, para el "bien" colectivo.

No es casualidad que regímenes como el nazismo o el comunismo nacieran por consiguiente de él, porque si todos eran más o menos respetuosos de los llamados valores religiosos, no era por convicción de corazón, sino por la educación recibida en la que cada uno colocaba sus intereses personales en el mejor de los casos, para acomodarse en relación con su conciencia. Si el nazismo iba a tratar de exterminar a todas las minorías consideradas dañinas para la sociedad, empezando por los judíos, los discapacitados, los homosexuales, los gitanos, etc., el comunismo iba a tratar de exterminar a todas las clases dominantes que representaban a sus ojos, la hipocresía de Dios en Jesucristo, para obtener el paraíso en la tierra establecido por la mano de acero de Stalin.

No estaba muy diferente en la pareja, porque si la mujer estaba valorada en su papel de madre, y como una buena esposa seria, su papel en la sociedad la valoraba en nada o solo en muy poco.

Veinte años después de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de la sociedad todavía estaba en este nivel y no es sorprendente que Dios quiera ir más allá hoy, en el cumplimiento espiritual del sistema emocional de todos, de la manera en que lo veíamos.

Si el mismo tipo de consenso había traído cierta cohesión al pueblo hebreo después de su salida de Egipto y su cruce del desierto, su entrada en Canaán, la Tierra Santa, sirvió para resaltar los errores individuales, y hoy no es diferente. Sin embargo, si queda una diferencia, es en el cumplimiento individual necesario para derrotar a Satanás proyectado en la tierra, antes de que esta victoria conduzca a esta entrada colectiva en Canaán, por la dotación del Espíritu Santo del embrión humano.

Estamos en esta transición entre el logro individual y civilizacional en lo que todos en nuestras democracias ya creen que tienen las capacidades que les permiten los derechos y deberes del mañana, mientras mantienen sus imprecisiones en el respeto societal generado por la espiritualidad antigua. La paradoja es que donde las reglas de la sociedad son buenas para gestionar lo que será el humano del mañana, con el Espíritu Santo como guía sobre cada uno, es quizás donde la comunión individual con este Espíritu Santo es menos buscada por la mayoría para revestir la naturaleza divina. En la misma paradoja, pero con el efecto contrario, las sociedades en las que más se predica, generalmente se ponen en práctica solo a través de la enseñanza que busca valorar al ser humano apegado a Dios, en lugar de la santidad individual. En esto ha aparecido en su mayor parte, un fenómeno de reglas y decoro, que se mantuvo según la gestión de ayer, lo que conduce a enfoques fundamentalistas de tipo populista, del que sufren muchas iglesias occidentales, pero también algunas naciones de todo el mundo.

Está, por consiguiente, bastante obvio que el neófito en este campo no puede encontrar su camino y es por eso que la espiritualidad se deja de lado hoy, mientras que está decisiva a nivel civilizacional. Es en esto que Jesús viene a cubrir los errores de cada una de nuestras naciones democráticas occidentales, pero que Satanás puede empezar a hacer lo que quiere, a través de los sistemas teocráticos en todo el mundo, e incluso a trabajar a marchas forzadas visto que le queda poco tiempo.

Si esto no generara tanta violencia, ya sea a través de todos los feminicidios o la guerra en Ucrania y su probable generalización mundial, sería casi divertido, mientras que es la desolación y la miseria de todos.

Una vez más, esta miseria es la que el SEÑOR Dios habría querido ahorrarnos, y no es él que es la causa, pero Satanás tanto como nosotros mismos, a través de lo que le damos derechos sobre nosotros, después de haber sido puesto por Dios, para mantener la lógica de lo espíritu bajo tutela, sobre el respeto a nuestra genética.

Sus derechos sobre nosotros están aún menos cubiertos por Jesús, que nuestra población está distante del Espíritu Santo, como hemos visto para los rusos, porque esta actitud no abre la comprensión de todos para comprender su vocación, aunque solo sea entre el hombre y la mujer en la pareja.

Las tensiones, vinculadas a las interpretaciones bíblicas un tanto sucintas sobre la relación entre el hombre y la mujer en el génesis, generan conflictos que pueden llegar hasta el feminicidio, debido a la multiplicación de malentendidos relacionados con la actual situación civilizacional transitoria.

Como ya hemos visto en el capítulo seis en el párrafo tres, las emociones que emergen del Pequeño Cerebro del Corazón en estado fetal, cuya hace parte la percepción del Espíritu Santo fuera de este órgano, generan un resultado diferente en el sistema emocional femenino debido a sus cromosomas XX, en comparación con los cromosomas XY masculinos. Si esto la hace más precoz y fortalecida en sus caminos, y la lleva principalmente a lo largo de su vida, a una mayor percepción espiritual de la lógica bajo tutela, o la del Espíritu Santo, cuando este es el caso, está bueno mirar esto en relación con los datos bíblicos para hacer la síntesis.

Podemos entonces darnos cuenta de cuán fundamental es el término inicial "Ezer Kenegdo" en Génesis 2-18 para determinar, según el SEÑOR Dios nuestro Creador, el valor de la "ayuda" que se supone que la mujer debe brindar al hombre.

A través de la imprecisión del nivel de ayuda, durante mucho tiempo se le ha atribuido un valor peyorativo, lo que llevó a la mayoría a conceder un valor divino a la fuerza física protectora del hombre, a la que se agregó injustamente una mayor capacidad intelectual, debido a su volumen craneal en general más importante.

Si nuestro Creador impusiera estas características al hombre para reforzar su adaptabilidad al contexto de la vida, le llevarían también más fácilmente a no respetar su genética. Las interpretaciones erróneas de quienes eran más propensos a resaltar las especificidades del hombre, como resultado de una superioridad física e intelectual reconocida por Dios, ignoraron esta debilidad y luego llegaron a la conclusión apresurada de que la mujer era inferior a él. En esto fueron consolados por la "sumisión" bíblicamente requerida de la mujer hacia el hombre y no tuvieron en cuenta la ayuda espiritual y estructural que todavía puede traer hoy al hombre, esencial para el equilibrio de la pareja y la sociedad.

De los estudios más imparciales, porque centradas sobre una investigación más profunda de la palabra "ezer", a la que se le había atribuido rápidamente la traducción de una ayuda por "subordinación", ponen de manifiesto hoy una precisión importante, porque en la Biblia hebrea, esta ayuda nunca se usa en el sentido de una subordinación o inferioridad de quien la trae, pero a contrario en el sentido divino de ayuda. Esta traducción corresponde entonces perfectamente a los análisis más coherentes con el conjunto de la genética colocada por Dios en la mujer, cuyos dos cromosomas X, le aportan dos informaciones relativamente similares, llevándola a una mayor constancia en la percepción de su lógica inicial, ya planificada desde su creación para conducirla hacia un cierto respeto por la genética humana y, por lo tanto, una ayuda divina que puede aportar al marido. Surge entonces del término "Ezer Kenegdo", una traducción a través de la cual la mujer se convierte en para el hombre, una ayuda contra él mismo, o una ayuda para salvarlo de sí mismo, que a menudo podemos ver en la vida cotidiana a través de la madre, luego la esposa.

En este contexto de ayuda espiritual, que la mujer puede prestar su apoyo al hombre, la sumisión de la mujer se vuelve entonces imprescindible para no convertirla en general del ejército y hacerla entrar en el verdadero papel de centinela espiritual que Dios le puso en su genética. Es el buen comportamiento que se le pregunta a la mujer de valor, cuidar bien su “casa” en Proverbios 31-10/31, no las paredes, sino aquellas a las que transmite su propia espiritualidad.

La sumisión al hombre, bíblicamente requerida de la mujer, no es en absoluto para otorgar derechos al hombre sobre la mujer, porque especialmente no se le quita al esposo la responsabilidad de sus acciones, ya que el Nuevo Testamento nos dice que debe proveer para su esposa y amarla: Cómo Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella.

La mujer, fortalecida más joven que el hombre sobre los valores de su genética, por una lógica bajo tutela fundamentalmente útil, para llevar a la pareja el respeto aproximado de su genética, lleva al hombre a terminar de estructurarse por amor a ella, sobre los valores necesarios para sus nuevas necesidades genéticas, debido a su futura procreación. El hombre entonces trata de usar este amor en el mejor resultado posible del contexto externo, por la dominación de sus deseos, para llenar a su esposa y sus descendientes, lo que permite a la mujer entrar en una sumisión voluntaria al hombre y florecer en sus propias especificidades, porque feliz.

El Nuevo Testamento no es de ninguna manera diferente del Antiguo, porque encontramos el paralelo en Génesis, por el hecho de que el SEÑOR Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen, mientras que unos versículos más adelante vemos que la mujer es extraída de una costilla del hombre. Tanto hombres como mujeres no solo se construyen desde la fecundación del óvulo femenino por el espermatozoide masculino, que corresponde a la primera cita bíblica. Se construyen como parejas e individuos adultos, por complementariedad recíproca, según la segunda cita, porque la costilla del hombre es entonces representativa de la emoción producida por el amor del hombre por la mujer, percibida por las neuronas que manejan su corazón, que a su vez siguen la forma de su caja torácica y la de su costilla mencionada.

Si Dios quiere usar a cada uno en sus especificidades, no es que uno sea mejor que el otro, pero para que el cumplimiento de ambos se use sabiamente y les permita DESCUBRIR mutuamente el Amor divino, que ninguno de los dos, hombre o mujer, espiritual o no, posee inicialmente en su sistema emocional, como referencia indispensable para gestionar adecuadamente la propia conciencia.  

Como ya hemos dicho, si la genética de Jesús era cien por ciento similar a la nuestra, su sistema emocional era cien por ciento diferente, porque su mente y sus sentimientos fueron construidos directamente por el Espíritu Santo, en el lenguaje del Amor divino. Esta peculiaridad prohibió entonces a su cociente emocional aplicar una corrección para variar sus comportamientos hacia una acción diferente a la programada en su cerebro, pero solo para tomar la decisión correcta antes de aplicar una corrección débil correspondiente al contexto. Esto es lo que ya hemos visto tener que aprender por nosotros mismos a manejarnos adecuadamente en el capítulo 5, para darle a Jesús la oportunidad de reescribir estas partes programadas en nuestro cerebro, sin que nosotros mismos intervengamos después de su reescritura según Dios.

Este es el punto de aprendizaje esencial que Dios quiere transmitir a los humanos hoy, porque si el respeto por nuestra genética es esencial, aprender a no dominar sus sentimientos, sin desviarse de la palabra de Dios, está igualmente fundamental.

Es este aprendizaje el que Dios quiere traer a la humanidad, pero para compensar el déficit que genera este cambio en el modo de funcionamiento, Dios instala en primero éste que tiene la referencia divina más cercana al bien, como fue el caso de los instalados al este del Jordán. Instala los más aptos como conservantes de las mejores bases posibles adquiridas en el desierto, y es en esto que la mujer entra en un papel de curadora de los valores divinos, tanto más marcado hoy, que el hombre mismo puede ser guiado hacia la búsqueda del Amor divino. Su "sumisión" sigue siendo indispensable, al menos en términos amplios, para no convertirla en una general, a riesgo de que el hombre nunca pueda entrar en la reescritura de la mente en el Amor divino como hemos visto. Lo mismo es cierto de la iglesia, bíblicamente comparada con la mujer, cuyas parejas poseen una mejor percepción de la voluntad divina, aplicada por la dominación de su sistema emocional, como también hemos visto. En esto, Dios envía a aquellos con una programación menos buena de sus sentimientos, promoviendo su toma de conciencia de sus errores, para emprender el cruce del Jordán y conquistar el Amor divino.

No es porque uno sea mejor que el otro, que Dios actúa de esta manera, pero como ya hemos dicho, porque las complementariedades de cada uno son indispensables y que, en esta conquista, Dios ya no quiere usar uno y otro en una adición de las especificidades vinculadas a un modo de funcionamiento similar como lo era antes de 1968. Él ya no quiere que apliquemos lo que somos capaces de entender y poner en práctica por nosotros mismos, a través de todos nuestros coeficientes correctores, vinculados a todos estos antiguos consensos, pero quiere que nuestra confianza en Él le permita hacernos descubrir lo que Él quiere ofrecernos por Gracia. No les pide a los dos que vuelvan a ser simultáneamente, como niños pequeños que no saben, pero que QUIEREN descubrir lo que Jesús quiere traerles diferente, sin perderse en errores demasiado grandes, vinculados a su amor egocéntrico. Esta es también la razón por la cual los dúos son esenciales, porque el esposo debe aceptar ser confrontado con la Verdad de Jesús en toda verdad personal, pero sin apartarse de los preceptos divinos, a los que la esposa sirve de referencia en la pareja, si ella misma está en el deseo de permanecer en el respeto de la Palabra de Dios.

Si antes de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1968, el modo de funcionamiento por similitud en la pareja se utilizaba para producir un resultado reconocido como justo por ambos, al agregar las especificidades del hombre/mujer que valoraba al hombre en detrimento de la mujer, no es lo mismo hoy. Si la primera impresión puede parecer una valorización del papel de la mujer, sobre el del hombre, es por el contrario sólo el buen uso de lo que la mujer posee naturalmente, de modo que, por medio del Espíritu Santo, el hombre sea dotado de la naturaleza divina en detrimento de su ego. Por lo tanto, no se trata ante Dios de una devaluación del hombre frente a la mujer, pero por contrario de una valorización del hombre, por transformación de su naturaleza animal en naturaleza divina. Es obvio que su ego carnal debe disminuir en la misma cantidad cada vez, pero esto es lo que permite al hombre adquirir en el Amor divino, el valor de referencia inicial que la mujer constituyó para él. Una vez que se alcanza este valor de referencia, Dios puede liberar a la mujer de la función en la que estaba empleada anteriormente, de modo que ambas logren el mejor resultado espiritual posible en buena armonía, y no es diferente a nivel colectivo para la iglesia en la sociedad o para Israel entre las naciones.

Es esta nueva etapa espiritual la que genera hoy tantos conflictos en todo el mundo, empezando por la pareja individual, debido a la incomprensión del hombre de tener que amar a su esposa como Cristo ama a su iglesia y se entregó a sí mismo por ella "antes de que ella misma fuera perfecta". No le corresponde al hombre esperar hasta que la mujer se haya vuelto perfecta, para hacer que su ego muera por amor a ella, incluso si no le corresponde a él "obedecerla". Esto sería considerar que la referencia que proporciona ya está perfectamente cumplida en Dios, mientras que al hombre le corresponde trabajar para lograr esta realización en Cristo, como es el caso colectivamente de la sociedad para con la Iglesia y de las naciones para con Israel.

Si esta es, por lo tanto, la dificultad de hoy, durante este período de transición, cuando ya es diferente de la de ayer, antes de la reconstrucción de Israel, será todavía diferente mañana, el día en que Satanás habrá sido derrotado, es decir, durante los tiempos durante los cuales Jesús reinará con esta vara de hierro.

Lo que ya era difícil ayer y que se ha vuelto muy difícil hoy, de repente habrá entrado en algo fácil, o casi, ya que el Espíritu Santo generará una percepción cuasi similar, entre el feto masculino o femenino, sino una verdadera aspiración común hacia el respeto de la conciencia individual. Sólo la conciencia colectiva eventualmente variará, según provenga de un consenso societal o religioso diferente entre sí, que exigen concesiones individuales recíprocas, mucho menos profundas que las tensiones generadas por la pertenencia a Dios o a la de este tutor mentiroso.

Como ya hemos dicho, el hombre y la mujer, ambos nacidos del Espíritu Santo, desde el vientre de su madre, solo los sentimientos relacionados con el aprendizaje de la infancia eventualmente se opondrán el uno al otro, adónde hoy, el punto de incomprensión mutua generalmente tiene su origen en el nivel fetal.

Es en esto que ya no habrá un hombre o una mujer a nivel emocional, y que se valorará la genética de cada uno, sin que haya que pasar por la educación de la teoría de género. Los sistemas emocionales de uno y del otro, percibiendo correctamente al Espíritu Santo desde su procreación, llevarán a cada uno a florecer más fácilmente en su propia genética. La vocación de cada persona ante Dios, habiéndose vuelto común, o casi, y ya no diferente, por la necesidad esencial de complementariedad, sólo las experiencias vividas, que la Inteligencia Artificial intentará gestionar a "su" manera, serán fuente de conflictos, tanto en la pareja individual como colectiva.

Si, por lo tanto, la Vara de Hierro por Amor tendrá su utilidad para eliminar las partes residuales de los egocentrismos, lo importante hoy es darnos cuenta de que lo mejor nos espera durante este séptimo día de Dios. Podremos entonces, combinar más fácilmente nuestra voluntad de luchar por complementariedad reconocida por todos, contra aquél que debemos derrotar primero, sin utilizar nosotros mismos las armas espirituales que le pertenecen, como la venganza o la condena de los humanos. Esto se entiende para el conflicto actual, ya sea que nos veamos obligados a utilizar armas militares o no, para defender tanto a Ucrania como a nuestras democracias occidentales, pero también para cualquier otro conflicto que pueda surgir antes de que Satanás sea atado por mil años.

Ucrania,

Revelaciones sobre nuestras democracias