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LA LIBERTAD ES EN CANAÁN


3 - Cómo volver a ser niños pequeños sin extraviarse


Si hoy el sistema emocional del hombre y de la mujer aún no está reconstruido sobre el Amor divino, es porque un día debemos saber dejarnos conducir por el Espíritu Santo para utilizar nuestras especificidades espirituales igualmente en el desierto, como adultos experimentados que poseen la maestría del conocimiento de la palabra de Dios, aunque debemos volver a ser niños pequeños que no tienen conocimiento. Son precisamente estas dos condiciones imperativas, aunque ambivalentes, las que confieren a Jesús el derecho de reescribir según el Amor divino, lo que la vieja lógica, basada en el amor egocéntrico, había programado antes del nacimiento en el cerebro de cada uno, para colocar en él la capacidad de actuar.

Por lo tanto, para que podamos volver a ser niños que descubren el Amor divino, sin perder el rumbo en este amor egocéntrico, Dios nos pide que el marido ame a su mujer como Cristo ama a su Iglesia y se entregó también por ella. Es a través de la pareja hombre/mujer que el Señor quiere actuar, porque la pareja unida por Dios forma una sola entidad, si cada uno Le ponen en primero. Nuestro Creador ha puesto las especificaciones necesarias para que la pareja resista primero a la tutela de Satanás, obrando ambos de manera idéntica, antes de llamarlos a borrar lo que hemos llamado "monitoreo parental" primero en el marido, luego en la mujer después, usándolos en una modo de operar diferentes entre sí, para sacarlos de esta tutela, sin que Jesús ya no tenga que cubrir la naturaleza original de ellos.

Es por consiguiente a través de la "muerte a sí mismo", como evocamos la necesidad espiritual en el capítulo 1, que el esposo podrá ser guiado por el Espíritu Santo en el mismo modo de funcionamiento que el niño pequeño, entonces que las especificidades de la mujer permiten al Espíritu Santo la use para que ambos sigan guardando la palabra de Dios. Nuestra genética en efecto genera dos grandes familias emocionales complementarias en los humanos, lo que confirma estudios más profundos del término “Ezer Kenegdo” en Génesis 2-18,  a través del cual se había establecido la interpretación para definir, según el SEÑOR, la ayuda espiritual que la mujer constituye para el hombre. Contrariamente a lo que antes se había interpretado como ayuda subordinada, emerge hoy que la palabra “ezer” nunca se usa en la Biblia para definir ayuda por subordinación al hombre, sino por el contrario ayuda de carácter divino. En esto, la mujer se vuelve espiritualmente para el hombre, una ayuda contra sí mismo, o una ayuda para salvarlo de sí mismo, lo que podemos observar a menudo en la vida cotidiana a través de la madre, luego de la esposa. La sumisión de la mujer adquiere entonces un valor primordial, para no convertirla en general, sino para conferirle el papel de centinela espiritual sobre su casa y guiar al marido a entrar en el respeto de sus responsabilidades por amor a ella y Dios su Creador.

Si el nivel de uso de nuestras especificidades masculino/femenino está evolucionando un poco hoy, esto no significa que las vocaciones de hombres y mujeres sean diferentes bajo el nuevo testamento, porque encontramos desde el comienzo del Génesis dos citas complementarias que relacionan los propósitos de Dios sobre la creación del ser humano. En primer lugar se dice que Dios creó al hombre ya la mujer a su imagen y semejanza, mientras que en segundo lugar la mujer es tomada de una costilla del hombre. Si la primera citación corresponde a la procreación de uno y otro, la segunda corresponde al desarrollo de cada uno en la pareja. La costilla del hombre corresponde entonces al amor del hombre por la mujer, cuyas neuronas, de las cuáles emergen las emociones que generalmente llamamos de "corazón", toman la forma de esta dicha costilla.

No es casualidad por tanto que al marido se le pida bíblicamente que ame a su mujer como Cristo ama a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. La clave del amor ya no se vuelve sólo egocéntrica, si permite que Cristo reescriba las referencias emocionales de quien acepta volver a ser un niño, en toda verdad personal, por amor a su mujer, mientras ella misma se deje llevar por el Espíritu Santo sobre la Verdad de la Palabra de Dios.

Si la verdad es la palabra de Dios, la verdad individual es igual de importante ante Dios, para responder al llamado de Dios de salir de la tutela de Satanás. Esta verdad individual llevada por el amor a su mujer, comparada con la verdad de la palabra de Dios, llevada por esta mujer, trae entonces al marido la comparación de la programación realizada por su lógica inicial para finalizar cualquier emoción en acción, que él tendrá que poner fin a la acción apelando a Cristo antes de producirla.

Si esto es lo contrario de lo que se requiere para manejar adecuadamente los sentimientos en el desierto, no significa que se trate de una tentación a pecar, sino todo lo contrario de la confianza divina que se trae a la pareja cuyos los dos ponen a Dios en primero. Es entonces por amor a su esposa, que se apoya en la palabra de Dios, que el esposo tendrá que estar de acuerdo de morir a sí mismo, todo lo que no está edificado en él según la palabra de Dios y que Jesús podrá reescribir en la naturaleza divina, la acción correspondiente al buen sentimiento.

Es así que en la pareja llamada a salir de la tutela de Satanás, las especificidades del hombre/mujer pueden ser utilizadas por Dios en la imagen de dos montañeses cuya esposa queda al nivel de la Canaán de ayer, sostenida por el Espíritu Santo, para asegurar al marido hacia el descubrimiento del Amor divino. Si la esposa está utilizada ventajosamente en este nivel, no es por su debilidad, sino por el contrario por su capacidad de manejar mejor su lógica inicial, para asegurar al esposo los valores de la palabra de Dios durante los vagabundeos inevitables del marido en toda verdad.

En verdad por lo tanto no significa ser solamente sincero, sino por el contrario no actuar sobre su CE, a fin de corregir el acto programado en sus sentimientos para obtener una aproximación conforme de acuerdo a sus interpretaciones de la palabra de Dios, pero querer recibir de Jesús “La verdad según Dios”. Lo que Dios quiere sacar a la luz de esta manera está lo que el dominio de sí mismo oculta a la percepción de todos, aunque esté dispuesto a hacer la voluntad divina. El hombre así conducido por el Espíritu Santo, se encuentra entonces directamente confrontado con sus actos programados en sus sentimientos, no para que peque, sin corregirlos, sino para que quiera dejar de pecar, por amor a Dios y a la suya esposa. El Espíritu Santo quiere concienciarlo de que en el buen sentimiento correspondiente a la situación dada, el acto programado en ésta no es conforme a la voluntad divina, por lo que su libre albedrío lo rehúsa apelando a Jesús antes de producirlo, durante una verdadera grandeza de la tentación de pecar.

Es porque su libre albedrío rechaza el acto programado por la lógica de Satanás en él y apela a Jesús en la emoción correcta en relación con las circunstancias, que Jesús puede entonces venir a reescribir el sentimiento correspondiente, más allá de las capacidades humanas. Si este humano actúa en lo que considera correcto, aplicando lo que considera el correcto coeficiente corrector ligado a su CE, Jesús no puede ayudarlo a pesar de sus deseos de hacerlo, por respeto al libre albedrío de la persona. Si por el contrario apela a Jesús en la emoción equivocada, Jesús no puede colocar una buena acción en una mala emoción, de ahí la importancia de permanecer en la verdad y la humildad del niño, aunque en respeto a la palabra de Dios.

El acto así reprogramado en este sentimiento corresponde entonces a un acto construido sobre el valor del Amor divino y si en los minutos o en los años que siguen la persona se enfrenta de nuevo al uso de este sentimiento, con gran sorpresa por su parte, reproducirá el acto correcto que viene de Dios en ella. De sentimientos en sentimientos, programados en la adolescencia sobre la extensión de la mente misma programada al nacimiento, llega un día en que es esta mente la que se reescribe. Como podemos leer en Hebreos 10-16, Jesús no solo quiere poner sus leyes en nuestro corazón, sino que también las quiere escribir en nuestra mente.

A diferencia de los montañeros que suben alternativamente hasta la cumbre, Dios espera que el marido haya alcanzado el valor máximo de perseverancia de cada uno en la pareja, para permitir entonces la inversión de las calidades. Jesús no quiere hacer de nadie un ídolo, poniendo al marido o a la mujer por encima del otro en la pareja, sino que todos seamos semejantes a Él, movidos unos y otros por un sistema afectivo semejante al suyo, para que para que así podamos convertirnos en su "esposa".