Porque en la parte de nuestra alma vinculado a nuestra psicología que es la carne, aún hoy somos sometidos al príncipe de este mundo que es Satanás. Es nuestra naturaleza humana educada por la potencia del infortunio, que construye en nosotros bases de referencias diferentes para cada uno. Quién que seamos, y cualquiera que sea nuestra instrucción, pues recibimos en nuestra alma una lógica vinculada a una imagen de la verdad, que está personal, vinculada prioritariamente con el carácter emocional de la infancia.
Es por consiguiente normal que nuestras varias confesiones existen, porque permiten mejorarnos, en la esperanza que cada uno se acercara al mejor de la naturaleza de nuestro Señor Jesús Cristo, sin demasiado rasgarnos recíprocamente. Lo que es menos normal, aunque muy comprensible, es hacernos la guerra a causa de estas diferencias, considerando que deberíamos amarnos, puesto que nuestro Señor ha dicho: ¡A esto todos reconocerán que vosotros sois mis discípulos!
En nuestro tiempo dónde todas las señales dadas por nuestro Dios nos confirman el muy cerca retorno de nuestro Señor Jesús Cristo, queremos trabajar a igualar sus caminos, y no tener en cuenta nuestras diferencias, para permitir a la fe en Dios de transformarnos, en algún medio donde evolucionamos, mismo y sobre todo los medios políticos, generadores de tanto desigualdades en el mundo.
Dios quiere hacer de nosotros una antorcha, pero no equivocamos llama, ya que la única verdad es la que se asemeja a Jesús, que dio su vida para el perdón de nuestros pecados. El Santo-Espíritu de Dios es el único capaz de conducirnos a la verdadera paz, porque aporta en el espíritu de ellos que quieren seguirlo por la fe, una imagen de referencia común a todos, incluida en Jesús-Cristo, sin destruir la personalidad de cada uno.
¡A Dios sea toda la Gloria, ahora y para siempre! ¡Amén!