Vamos demasiado a menudo en una vida desprovista de verdadera y profunda alegría del corazón. Incluso bautizados del Espíritu Santo, experimentamos a veces que nos falta algo, uno no sé que. Somos eventualmente llenos de esperanza, pero pequeñas futilidades de la vida vienen a sin embargo obstaculizar nuestro camino, como tantas puertas que se cierran hacia una plenitud presentida, pero no realmente realizada en nosotros. A veces, queremos bien creer que es eso la vida con Dios. Nos dejamos entonces ir a aceptar esta normalidad como una fatalidad humana a la cual todos son sometidos, pero nuestro entusiasmo sigue siendo sin embargo imperfecto. Nos damos cuenta de que nuestra fe baña eventualmente en una esperanza a la cual nos obstinamos en dar razón, pero esta esperanza no tenga la dimensión descrita en Hebreos 11-
Sentimos quizá el Espíritu de Dios en algunas circunstancias particulares en las cuales querríamos bañarnos diariamente, pero el mundo que nos cerca viene siempre en obstáculo, como portador de una maldición. Podemos elegir entonces de combatir incansablemente estas circunstancias o incluso los autores de estas circunstancias para hacer un mundo a nuestra dimensión, o llevar humildemente el buen combate contra las soberanías en los lugares celestiales, reconociendo nuestra impotencia y la falta de Amor de nuestros corazones. Nuestro objetivo pasa a ser entonces de no dejar al enemigo de nuestro alma, una única “iota” de felicidad que Dios quiere darnos y nos ha adquirido a precio elevado a la Cruz, aunque debemos para eso arrepentir nos de algunas de nuestros errores.
Al momento precedente de rechazo del pecado construido en nuestra dimensión carnal, podemos tener la impresión que preferiríamos darnos la muerte más bien que nosotros abstener de esta parte de “nosotros mismos”. Esta es la razón por la que la cielo pertenece a los violentos y no a los indecisos que querrían bien pertenecer a Dios sin tener que decir no al enemigo de nuestros almas.
Para no darle una vez más razón una única iota, esta indispensable violencia se materializa a este momento por una voluntad feroz para decir no a la trampa en la cual somos para algunos tanto a menudo caídos, aunque para otros el error era a otra parte.
Todo humano otro que Jesús nació de la dimensión carnal que forma nuestra psicología desde el seno maternal. Esta es la razón por la que cada humano debe ya trabajar en su santificación sobre esta tierra, al riesgo de nunca acceder ante Dios.
La primera victoria que Dios quiere darnos, es el bautismo en el Santo-
La luz está allí, y nos queda solamente por encender progresivamente cada uno de nuestras esquinas oscuras, alguno del cual son verdaderos armarios y mismo mazmorras. Sin su corriente eléctrica exterior, nada no es posible, por eso todo esfuerzo del hombre para convertirse en mejor por sí mismo es inútil y conducido a otras trampas si no está ofrecido por la Paloma del Santo-
En su Amor Dios quiere darnos la vida en abundancia, razón para la cual cada vez que erradicamos con su ayuda las raíces de nuestro pecado, nos devuelve la parte purificada y santificada de vida correspondiente.
Todo pecado, toda dimensión carnal a la que somos propensos a sucumbir, rechaza nos de Dios y su Gloria. Es por eso que cuando nos dejamos convencer por el Espíritu Santo, nuestro amigo, para superar por la fe nuestros límites carnales y decir no al pecado en la dimensión real que creó nuestro espíritu en nuestro cerebro, Dios nos devuelve esta proporción de vida en una dimensión coherente con la naturaleza de la sua Ley, para nuestro deleite. Es en ese momento que la Palabra de Dios se cumple en nosotros, porque Dios ya había puesto sus leyes en nuestros corazones, por el bautismo del Espíritu Santo, como dice en Hebreos 10-
El verdadero Efecto Bumerán de Dios se inscribe en la confianza en un Dios de Amor, visto a través de un corazón renovado y liberado hasta revestir la casi totalidad del Corazón de Dios.
Las tribulaciones hasta entonces destructivas, convergen hacia una progresión insospechada pero bien reales de una plenitud creciente. Se atormenta cada vez menos nuestro corazón y el Amor de Dios crece en nosotros. Las trampas de la vida se evitan, porque no vienen entonces del interior, como previamente, cuando el enemigo manifestaba sus derechos sobre nosotros. A nuestra mayor consternación, nos permanecíamos entonces liados con ramas muertas, pero como estos obstáculos son ahora exteriores nosotros, los evitamos naturalmente. ¡La alegría está pues a la cita!
Jesús lo tiene todo cumpli por nosotros y si le seguimos en esta renovación de nuestra alma y nuestro espíritu, entonces entendemos fácilmente por qué está escrito: SOLO LA FE ESTÁ AGRADABLE A DIOS.
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