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CAPÍTULO 4


El modo de funcionamiento por la dominación del sistema emocional


4 - 2 - Las diferencias de funcionalidad entre conciencia e instinto


Fue después de que Dios comenzó a revelarse al humano, tanto a través de situaciones sobrenaturales a sus ojos, como a través de lo que avanzaba en la toma de conciencia de sus errores de comportamiento, en relación con la vocación puesta por Dios en su genética, que lo hizo responsable por no permanecer fiel a Sus preceptos.

El acceso a la conciencia no es, sin embargo, el aprendizaje a tomar "conciencia" de una actitud o comportamiento a adoptar, sino la apertura a una percepción comparativa, entre los datos genéticos, dentro de los cuales aparece la conciencia, y los análisis emocionales que llamamos "examen de conciencia".

Es importante diferenciar entre genética y sistema emocional, porque si no nos corresponde afirmar el origen, genético o divino, de las lógicas a las que hemos aludido desde el inicio de estos escritos, es la implicación de éstas en relación con el Espíritu Santo, que define las diferencias entre el homo sapiens de ayer, el humano de hoy y el de mañana.

Los escritos bíblicos nos dicen muy sucintamente los milenios que precedieron a la apertura a esta "conciencia", durante los cuales el hombre de ayer existió solo bajo el nombre de homo sapiens, en su naturaleza estrictamente carnal, para no usar el término ofensivo animal. Este término ciertamente no sería completamente erróneo, pero tampoco sería el más preciso, porque, aunque de naturaleza animal, el homo sapiens ya estaba en una dimensión en la que ningún animal de hoy sería realmente comparable a él.

En muchas partes del mundo, hace seis mil años, éste que llamamos "homo sapiens", para diferenciarlo de nosotros, ya era intelectualmente capaz de construir herramientas, armas, así como sitios de vida estructurados y gobernados por sociedades altamente jerárquicas. Los congéneres de Adán y Eva practicaban la cría y el cultivo de plantas en muchas partes del mundo. Muchos pueblos ya habían comenzado a extraer ciertos metales como el cobre y hacía tiempo que habían pasado la etapa de cazadores-recolectores del Neolítico. En ese época, el homo sapiens era mucho más avanzado intelectualmente y psicológicamente de lo que cualquier animal puede ser hoy en día y mucho menos diferente de los humanos de hoy, de lo que imaginamos. Ciertamente permaneció en estructuras de sociedades y conflictos que pueden parecer básicos hoy, pero su diferencia era solo la percepción divina, a la cual no necesariamente damos la razón.

El hombre de Neandertal, que él mismo había pasado la etapa de cazador-recolector, ya había desaparecido desde unos veinticinco mil años, en el período de Adán y Eva y el homo sapiens, que era en parte contemporáneo a él, había existido en la tierra desde al menos sesenta y cinco a setenta mil años, según los paleoantropólogos menos optimistas. Los más optimistas de ellos sitúan la presencia del homo sapiens en unos doscientos mil años antes de este período, o incluso trescientos mil en la actualidad.

Durante todo este tiempo, por lo menos unos sesenta y cinco mil años, este homo sapiens había así seguido siendo muy útilmente canalizado solo a través de sus instintos, que la lógica espiritual de la naturaleza animal podía traerle y cuya tutela espiritual represiva era asegurada por Lucifer.

Así como la conciencia no es de lo que podemos aprender a tomar conciencia, los instintos no son las únicas reacciones "instintivas". Son este que lleva a la persona interesada a una acción, ya sea instintiva o reflexiva, sin que le sea posible percibir la comparación directa con su genética. Ya sea en anticipación del acto, o retrospectivamente, solo su aprendizaje dirigió su cociente emocional hacia otra elección evolutiva de acción, o le traía un aprendizaje complementario para un acto posterior, asimilado por él como similar.

Todo el mundo sabe hoy que Dios ha puesto en la genética de cada ser viviente, un comportamiento innato, específico de su raza, comparable a "su bien y su mal", que se llama instintos. Este comportamiento innato es repetitivo casi infinitamente, lo que hace posible encontrar hoy razas con idénticas características desde hace varios millones de años, siempre manejadas por los mismos instintos iniciales.

Además de estas razas a menudo básicas, encontramos razas siempre provistas de instintos básicos, pero a las que se añade una estructura mental que permite un respeto más o menos correcto a las reglas aprendidas, permitiéndoles una mayor adaptabilidad a diferentes contextos de la vida.

Es en este tipo de categoría animal que el homo sapiens fue introducido en la tierra por nuestro Creador, con una estructura cerebral capaz de recibir una lógica sobre valores de la cual se puede crear un sistema emocional individualizado. La duplicación personalizada de esta lógica, de acuerdo con la genética del sujeto, le da una capacidad de acción y reflexión de acuerdo con esta lógica, haciéndole capaz de utilizar su propia genética, para adaptar sus medios de supervivencia a sus múltiples contextos de vida.

Encontramos estructuras bastante similares en los animales domesticables, pero, aunque dotados de ciertas habilidades comparativas más que otras, siguen siendo limitados en sus análisis, que requieren en ellos entrenamiento, a veces blandos, a veces más ásperos, como el hombre sabe cómo usarlos. Podríamos decir que tienen un comienzo de capacidad para corregir sus instintos, sin poder derogar a la conformidad de su genética, contrariamente a la síntesis que puede hacer el humano de ayer y de hoy, a partir de su sistema emocional, que es capaz de percibir la influencia externa del Espíritu Santo.

Los análisis del ser humano le permiten evaluar el aparente interés de usar su sistema emocional para respetar o alejarse de los preceptos escritos en sus genes por su Creador, lo que no es necesariamente el caso en los animales.

El uso por parte de los humanos de la personalización de esta lógica en su cerebro, puede llevarlos así a asimilar dos situaciones como similares e influir en ellos hacia acciones fuera del manejo adecuado de su genética, tomando el nombre de "pecados", dadas sus capacidades para percibir la dimensión divina. El tutor represivo colocado por Dios en la única lógica del adiestramiento, o incluso de la domesticación, entonces posee un derecho punitivo más o menos severo, no de acuerdo con su buena voluntad, porque Dios es dueño de los límites que se le han de conceder, pero en parte sin embargo, siempre y cuando queda dentro de estos límites.

Como dijimos en el capítulo anterior, si desde Jesucristo el ser humano puede ser dotado de dos lógicas diferentes, ambos están llamados a mantenerlo en el respeto de su genética. Si la lógica bajo tutela se basa en los valores del amor egocéntrico, restringido por el miedo, que da lugar a en un modo de acción, recompensa/castigo, el del Espíritu Santo tiene como referencia el Amor divino por su prójimo, trayendo al sujeto una percepción de paz, frente a lo que considera justo y equilibrado. Si la influencia previa a cualquier acto es, por lo tanto, de diferente valor para cada una de estas lógicas, ésta bajo tutela que revestía el homo sapiens, para limitar sus instintos a los valores de su genética, no tuvo que proporcionarle una retroinformación comparativa entre el resultado de sus actos y la referencia que habría constituido su genética escrita por su Creador, ya que era este tutor espiritual quien estaba a cargo de esto. El sujeto no habría podido tener esto en cuenta, debido a su único amor egocéntrico, pero más particularmente, porque sus comparaciones habrían sido examinadas por dos sistemas de idéntica naturaleza, que ya constituían la programación emocional de sus acciones en su cerebro y la lógica de la misma naturaleza en su "corazón". En lugar de volver a una interpretación directa percibida desde su corazón, en relación con lo que su cerebro había producido, la retroinformación de sus errores tenía que volver a este tutor. En caso de mal uso de su sistema emocional por parte de la persona en cuestión, lo que lo lleva a malas acciones, este "tutor espiritual" iba a tener entonces derechos represivos, conduciendo los análisis del sujeto al temor de una mayor represión. Sus malas experiencias pasadas no iban entonces a traer un cambio a la base de su sistema emocional, pero solo un aprendizaje a sus únicos análisis, con el fin de hacerle respetar su vocación genética. Sigue siendo lo mismo para nosotros hoy en esta lógica bajo tutela, aparte de la capacidad de percepción del Espíritu Santo, que puede influir en nuestro aprendizaje hacia el respeto de la enseñanza divina.

Son estas únicas diferencias, que nos distinguen de estos que hemos llamado homos sapiens, para diferenciarlos de nosotros, incluso si la mayoría de nosotros sacan muy poca referencia de esta capacidad de percepción del Espíritu Santo, especialmente en el sexo masculino y volveremos a esto. Solo la enseñanza adquiere el valor de una guía y si a menudo creemos que manejamos nuestra conciencia de acuerdo con Dios, la necesidad de aprender es una prueba de que solo hay una diferencia muy pequeña entre nosotros y el homo sapiens antes de Adán y Eva. Mientras solo estemos dotados de la lógica bajo tutela, solo la atracción de acercarnos a Dios a través de la percepción de la presencia externa del Espíritu Santo es la diferencia inicial, porque ya puede ser percibida por el feto, pero no lo suficiente como para generar una toma de conciencia real e impactar realmente el amor egocéntrico de la lógica bajo tutela. Esto quiere decir que lo que debemos aprender a canalizar desde nuestro nacimiento no es realmente nuestra conciencia, sino más bien nuestros instintos creados por esta lógica bajo tutela. Sin el bautismo del Espíritu Santo en el "corazón", esta conciencia es accesible a nosotros sólo a través del Espíritu Santo externamente perceptible para nosotros mismos, como fue el caso de Adán y Eva. La única ventaja que tenemos sobre nuestros antepasados, que se hicieron famosos por su desobediencia a Jehová Dios, es este impacto externo del Espíritu Santo, que el feto humano percibe por consiguiente desde entonces, a diferencia de ellos que probablemente nacieron bajo la única dimensión animal del homo sapiens, antes de ser interpelados por Dios en el Jardín del Edén.

Esta posibilidad de percepción del Espíritu Santo, sumada a la enseñanza, hizo así al humano responsable del mal uso de su genética, porque todavía hoy le trae un cierto deseo de acercarlo a su Creador, sin proporcionarle el valor comparativo real con su genética, a partir de la lógica bajo tutela. Esta posibilidad de percepción, sin embargo, sigue siendo más o menos llamativa dependiendo de la persona y la enseñanza recibida, pero también más o menos precisa, hasta el punto de llegar a veces a ser muy ambivalente.

Esta ambivalencia no se debe al humano mismo, sino a la lógica bajo tutela, visto que no es ella la que trae el deseo de respeto por la ley divina, pero el Espíritu Santo percibido externamente a esta lógica, mientras que la lógica misma trae solo el temor de la reprensión de los deseos injustos, en caso de no respetar el aprendizaje recibido. Los excesos de los deseos carnales del ser humano, para ser reprimidos por este tutor, siempre traen tan fácilmente esta ambivalencia entre los deseos de la presencia divina, ellos mismos combatidos por el miedo a la represión, lo que lleva a la confusión entre este tutor y Dios nuestro Creador, en la puesta en práctica de sus reglas y preceptos.

Contrariamente a esta lógica bajo tutela, el Espíritu Santo en el "corazón" es divinamente dado para llevar a la persona interesada, una capacidad de autogestión de sus acciones, a través del uso adecuado de su genética, porque ella misma es concebida desde el Espíritu Santo y, y por lo tanto, trae diferentes funcionalidades, como veremos ahora.

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