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CAPÍTULO 6


Satanás se esconde detrás de la palabra de Dios, sin la guía del Espíritu Santo


6 - 1 – Adonde el Espíritu Santo generó democracia, él mismo la conducirá por el camino correcto si cada uno se abre a Él


Lo que nos inclinamos a pensar de nuestra "evolución" en la gestión por el "amor", tan controvertido en el mundo de hoy, proviene de la percepción del Espíritu Santo, aunque el amor manifestado no esté ya en una integridad de dimensión divina, pero sólo en el proceso de llegar a serlo.

La demostración de la importancia de esta percepción del Espíritu Santo nos la trae hoy el resultado negativo obtenido por la Federación Rusa, que estuvo aislada de ella durante más de un siglo. Después de un milenio de vida cristiana, ciertamente muy idólatra, ella misma estuvo separada durante varias generaciones de la percepción del Espíritu Santo, a través de la dictadura soviética. Ésta poseía el odio del Dios Eterno, por sus confusiones entre el Dios verdadero y la tiranía de los zares, se suponía que representarlo, y así fue como después de 1917 se reconstruyó sobre los valores de su lógica inicial únicamente bajo tutela, en un amor carente de respeto por la humanidad. La evolución regresiva a la que asistimos está ahí para demostrarnos la verdadera naturaleza represiva de Lucifer, que ha vuelto Satán, a quien sobre todo no debemos confundir con los demonios más violentos que él en su bestialidad y crueldad, sobre los cuales él reina, si queremos evitar caer en sus trampas.

Si Dios bendice hasta la milésima generación de los que lo siguen, maldice a los descendientes de los que se alejan de él, hasta la tercera o incluso cuarta generación, según Deuteronomio 5-9/10, y todos pueden ver esta maldición hoy. Dios hace esto no para producir la muerte del pecador, pero para que regrese a él a través del arrepentimiento, como también tenemos el ejemplo en toda Alemania después de la Segunda Guerra Mundial.

Si esto debe ser entonces una prueba para nosotros de que hoy estamos efectivamente en la voluntad divina en relación con esta progresión, a través del cambio en el modo de funcionamiento de nuestras democracias, también debe servirnos como una alarma para que no nos paremos en el camino, hacia la santidad de Dios. Sólo el Espíritu Santo puede traer un sistema emocional de naturaleza divina, por tanto, diferente al nuestro de hoy y no la sola inteligencia humana o artificial.

Si la situación de nuestras democracias es muy comprensible en relación con esta necesidad de toma de conciencia, de la necesidad de una búsqueda del Amor divino, no está justa según Dios, y sin duda avanzará hacia la santidad, a través de la comunión de cada uno con Dios, creciendo con el tiempo. Los cambios en la sociedad que llamamos "evoluciones" no lo son necesariamente todos a los ojos de Dios, cuando nos llevan a una pérdida de valores observados durante el modo de funcionamiento por dominación, en el que estábamos hasta 1968. Si esto puede parecer alarmante, incluso desesperado para algunos, a lo que debemos permanecer sin embargo apegados es al cambio de modo de operación ya adquirido, a través del cual Dios quiere que adquiramos ahora los mismos valores que antes, pero por el Amor verdadero e imparcial, que Él mismo quiere poner en cada uno de nosotros, para que llevemos buenos frutos colectivamente.

Sin este cambio de modo de funcionamiento, no podríamos evolucionar hacia la naturaleza divina de Cristo, pero solo hacia un nuevo consenso social que eventualmente podría llevarnos a largo plazo, a un retorno a una forma de fundamentalismo. Es por eso que Jesús cubre nuestros errores hoy para que nos arrepintamos de éstos, a su debido tiempo, a fin de que pueda bendecirnos.

Hasta 1968, el modo de funcionamiento de toda la sociedad, incluida la iglesia, se manejaba a través de la dominación de su sistema emocional por cualquier ser humano a imagen de lo que la iglesia traía, que tenía la vocación de aislar y presionar a aquellos cuyo sistema emocional había sido construido de manera diferente a la mayoría. La iglesia, cuya la mayoría de los servidores eran bautizados con el Espíritu Santo, era utilizada para generar un consenso global para mantener a la sociedad, dotada de su única lógica bajo tutela, fuera de los derechos represivos de Satanás. Aquellos que eran demasiado diferentes emocionalmente de las reglas consensuales, se veían dejados de lado más o menos hasta el punto de ser eliminados a veces por los más radicales.

Desde 1968, la humanidad ha pasado a la segunda fase que discutimos en el capítulo tres, que permite a todos pasar a un modo de funcionamiento por "amor", después de aprender a dominar la vieja programación desprovista de Amor divino en nuestros cerebros y obtener el resultado que Dios esperaba de nosotros en Jesucristo. Ahora quiere guiar a todos hacia la verdadera Libertad, utilizando a la pareja, cada uno en su modo de funcionamiento, sin que nos veamos obligados a respetar las reglas divinas por presiones externas, a través de cualquier forma de consenso más o menos religioso vinculado a conformismos esclerosantes.

Si esta es la fuente de muchos feminicidios debido a los cambios en los valores en su mayoría incomprendidos por los más violentos, lo que estos consensos trajeron no fueron erróneos en sí mismos, ya que llevaron a nuestras sociedades occidentales a la restauración de Israel, pero generaron de las sociedades más o menos estereotipadas, ahora obsoletas. Dios ya no quiere que sea la conciencia colectiva nacida de estos consensos globales, la que genere una guía orientadora hacia la conciencia individual, sino que la comunión individual de cada uno, con el Espíritu Santo, produzca una verdadera obra sustantiva a nivel de pareja, para que la conciencia colectiva cobre vida en su naturaleza divina. Dios quiere ahora animar a cada uno a querer entrar él-mismo en las reglas que estos consensos impusieron como normalidades, no continuando a imponerse simples actitudes que parecían correctas, con el único fin de no ser marginados de la sociedad, pero para querer recibir de Él, la reconstrucción de nuestro sistema emocional en su naturaleza divina, después de haber hecho nuestra parte. Evidentemente, esto no sucede con tranquilidad a nivel de la pareja, porque si los valores básicos vuelven a ser los que trae la mujer, como motor de la pareja, como ya Adán le decía a Dios en el Jardín del Edén, es su cumplimiento, en la naturaleza divina hecha por Dios sobre el hombre actuando por amor, fuera de las ideas previas consensuadas, lo que es el resultado concreto.

Si individualmente el Espíritu Santo genera la situación necesaria a través de la pareja hombre/mujer, ambos apegados a la percepción individual de Éste, es lo mismo colectivamente a través de la pareja iglesia/sociedad. Mientras nuestras sociedades democráticas se mantienen en reglas que respetan el amor mutuo, sin alejarse demasiado de los valores de la genética humana, entonces la obra de Jesús en la Cruz cubre nuestro progreso hacia el Amor divino y podemos prosperar.

Si hemos entrado en el objetivo divino de la gestión por "amor", no debemos perder de vista el hecho de que en Cristo el objetivo divino no es hacernos adoptar definitivamente valores libertarios, mediante la abolición sistemática de las reglas que respetan nuestros datos genéticos iniciales. Terminaríamos si no, produciendo una degeneración de nuestras sociedades y un retorno al mismo resultado que el de la Federación de Rusia hoy. La pérdida de los valores anteriores a 1968, que habían sido obtenidos por estos consensos sociales, lo más elaborados posible, representa nuestro pecado original, que no nos permite percibir adecuadamente la verdadera dimensión del Espíritu Santo, que hemos reemplazado en su mayoría por una enseñanza humanista tolerante considerada justa. Era entonces una utopía necesaria para esta conciencia colectiva de la necesidad de cambio, pero podemos ver hoy en nuestras sociedades, que esta enseñanza no proporciona todas las bases comparativas necesarias para la estabilidad societal, por la dilución del respeto por los demás deslizándose inexorablemente hacia la insubordinación partidista, abiertamente reclamada. Las tensiones societales son en esto lo que debe alertar nuestra conciencia de la complementariedad indispensable del Espíritu Santo. Si nuestra enseñanza no es mala en sí misma, ya que nos ha llevado al modo correcto de operación, no cambia la situación de cada persona ante su tentación de "pecar", porque como hemos visto, no trae la base comparativa a nuestro sistema emocional en el momento adecuado, por falta de la funcionalidad correcta relacionada con la "lógica" del Espíritu Santo, esencial para la autogestión de la conciencia. El Amor Divino, cuyo el fundamento es la expresión de nuestra genética a través de la ley dada por Dios a Moisés, se confunde entonces con nuestro amor inicial, de naturaleza egocéntrica, colocado en la lógica animal bajo tutela de la que estamos mayormente dotados. Debido a que no le hemos agregado la percepción del Espíritu Santo, encontramos en ella la ambivalencia que destacamos en el capítulo tres y un resultado que eventualmente arriesga de abrir a termine, derechos a Rusia sobre nosotros.

Cada uno actúa en su propio egocentrismo, donde Jesús quisiera dar individualmente y a cada uno, la única motivación para actuar a través del Amor al prójimo, comenzando en la pareja, que genera divisiones familiares, sin comprender la diferencia entre el simple respeto de las leyes impuestas de manera religiosa y el beneficio real de recibir de Dios, la capacidad intrínseca.

Por lo tanto, es la debilidad de nuestras democracias lo que la hace fuerte, porque todos pueden comprender hoy la necesidad de recibir este bautismo del Espíritu Santo para perseverar en este modo de funcionamiento, hasta el punto de producir el verdadero Amor divino en esta tierra. Es contra este Amor que Satanás lucha hoy a través de Vladimir Vladimirovich Putin, para hacer imposible la reconstrucción individual del Templo del Espíritu Santo en lo humano, a la imagen de lo que era en Jesús.

El amor en nuestras democracias está entonces considerado al primer grado, porque Dios nos ama a todos con el mismo Amor, y en lugar de volverse al Espíritu Santo, para que todos reciban la capacidad individual de hacer evolucionar su sistema emocional hacia el respeto perfecto por su genética, actuamos de manera opuesta imponiendo una mirada diferente a nuestra genética, para adaptarlo a nuestro antiguo sistema emocional.

Donde el Espíritu Santo podría llevarnos todos estos valores comparativos en relación con una mejor comprensión de nuestros propios defectos con integridad, tratamos de educar nuestra lógica bajo tutela a la tolerancia injusta ante Dios, en lugar de querer recibir una lógica divina que nos conduzca a la comunión con Dios en Jesucristo, para progresar un día hacia el Amor divino. Esta enseñanza, de hecho, sólo produce una extensión del amor individual a toda la naturaleza humana, como una necesidad de solidaridad colectiva, cualquiera que sea el comportamiento individual de cada uno, incluso si se trata de actos que Dios puede odiar, debido a la trampa que representan a largo plazo para la humanidad.

Esta es la fuente de todos nuestros conflictos sociales actuales en nuestras democracias, porque en esta ambivalencia, uno prioriza su amor, por confusión con el Amor que Dios quiere traer, mientras que el otro prioriza el respeto por la Palabra de Dios, sin poder manejarlo en el Amor que Dios quiere ofrecer.

Esta es de nuevo la esclavitud y la miseria humana que Satanás trata de mantener en todo el mundo, porque fue para evitar estas trampas, que Dios había prohibido al homo sapiens, el conocimiento de su conciencia, desde la lógica del espirito bajo tutela, cuyo heredamos. Esta lógica bajo tutela es aquella sobre la que Lucifer había sido colocado sobre el único instinto animal de este homo sapiens, cuyas ambivalencias, que impedían el buen manejo de la conciencia, eran perfectamente conocidas por nuestro Creador, razón por la que había prohibido el conocimiento de esta conciencia a Adán y Eva. Es a causa de la desobediencia humana al seguir las incitaciones de este ángel, que se convirtió en Satanás, que el Eterno Dio se vio obligado a incluir gradualmente la percepción del Espíritu Santo, en el sistema emocional del humano que desea seguirlo, y abrirle su naturaleza de paz.

El proceso de eliminar a este tutor fue entonces emprendido por Jehová Dios desde Adán y Eva a través del Antiguo y luego del Nuevo Testamento y si hoy, nuestro Creador quiere que asumamos las funciones reservadas para este tutor, en otro modo de operación que esta tutela necesitaba, no nos corresponde a nosotros adoptar como verdad y exactitud, las trampas que este tutor evitó durante milenios a la humanidad, mediante la represión punitiva.

Cuando adoptamos una extensión de nuestro amor egocéntrico, para hacerlo humanista, con el fin de considerarlo de valor divino, ya es mucho en relación con lo que éramos ayer, siempre y cuando fuéramos mantenidos por un modo de funcionamiento por dominación, pero vano en sí mismo, si no lo hacemos bajo la guía real del Espíritu Santo. En ausencia de acceso posibilitado para modificar el sistema emocional, desde la simple lógica de la mente bajo tutela, se le da entonces un mayor valor al sistema emocional del humano, que al respeto de su genética. El Amor Divino es, por el contrario, traer imparcialidad al sistema emocional humano, a fin de darle un valor perfectamente centrado en la genética del sujeto, por lo tanto, una verdadera libertad individual fuera de los derechos de este tutor o de sus preceptos anteriores, cuando habría sido derrotado.

Sin la capacidad comparativa del Espíritu Santo, usamos solo la punta del iceberg de lo que Jesús vino a traer al ser humano y nos asombramos de los malos frutos dentro de nuestras democracias. Jesús ciertamente fue dado para llevar nuestro sistema emocional la libertad del respeto de la ley divina, pero especialmente no para hacerse amigos a expensas de las reglas divinas, como tampoco por la condena que surge de los consensos religiosos. Esta etapa de transición era sin lugar a dudas esencial para ir más allá y eso es lo que debemos mirar hoy, sin querer detenernos en el camino.

Las sociedades que han influido en sus poblaciones para que se separen de la percepción de la presencia divina del Espíritu Santo, ya sea en una percepción externa a la humana o lo que es aún más grave, después de su bautismo del Espíritu Santo, regresaban entonces sobre su única lógica inicial de antes de Adán y Eva. Adoptaron así, como en nombre de Dios, el modo de operación de Satanás, en su vocación como tutor represivo de lo humano, y cada uno en estas sociedades se toma a sí mismos como el gran justiciero de Dios en la tierra. Se apoyan entonces mutuamente en la idolatría de su dictador y se reagrupan de manera teocrática para gobernar primero sobre sus descendientes con el fin de alcanzar a todo el mundo cristiano, luego reinan como amos en la tierra de acuerdo con sus utopías satánicas Desde Adán y Eva, Satanás siempre se ha hecho prevalecer sobre Dios a los ojos de los humanos, y en esto cada uno encuentra una parte que le conviene de dominio sobre el otro, donde Dios quisiera traer su Amor como base, para hacer salir cada  uno de esta tutela que limita toda evolución, en la que todos se pierden. La simple gestión por "amor" siendo incompatible con la naturaleza animal de Satanás, ya les parecía una apostasía que les traía derechos represivos, pero los excesos cubiertos por la Victoria de Jesús en la Cruz, se interpretan hoy como desviaciones absolutas, de las cuales la Federación Rusa tiene el deber de proteger del nazismo a su descendencia, incluso contra su voluntad.

Por lo tanto, esto debe ser una alerta para nosotros, para no ir demasiado lejos en alejarnos de nuestros valores morales, sin convertirlo en un caballo de batalla, para obtener un resultado rápido a través de reglas más intransigentes. Nuestro balance futuro está en nuestro regreso a Dios en Jesucristo, para reabrir la percepción del Espíritu Santo más o menos perdido en la enseñanza. La brecha creada por el efecto de la generación del 68 en las nuevas generaciones se curará a sí misma a través del arrepentimiento de cada persona interesada, al igual que la generada por las diferencias de culturas y religiones importadas por la emigración.

Ucrania,

Revelaciones sobre nuestras democracias