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3 - Cuando el mejor se vuelva en el enemigo del bien


3 – 3 - La superioridad del Santo-Espíritu permite a nuestra fe inscribir la Ley de Dios en nuestros corazones, pero esta superioridad no está allí para estudiar mejor la escritura y llegar a ser el mejor. Jesús ya contradecía este método de engorde espiritual carnal.


No tomaremos partido para ninguna iglesia, no más para las religiones científicas, o para nosotros mismos, ya que somos todos resultantes de una misma naturaleza, y somos susceptibles de equivocarnos. En lo que casi podríamos llamar un postulado puesto que cada uno intenta participar de su mejor, podríamos entonces decir: La fe no se liga a todos estos sistemas a los cuales somos más o menos fieles, pero un carácter de niño feliz de dejarse conducir por Jesús, hacia otra naturaleza que nuestra naturaleza animal sometida a sus bajos instintos. Tenemos todos por consiguiente la necesidad de actuar como estos científicos que no conocen, pero se dejan conducir en una intuición sin cesar renovada. ¡Si solamente todos lo hacían en la búsqueda de comunión con Dios! Estaría quizá el paraíso sobre tierra en un equilibrio perfecto, mientras que hoy la codicia humana destruye sin cesar, incluso y sobre todo los más bonitos resultados que Dios da a la ciencia.

Jesús siempre ha combatido las religiones que buscaban ya en esta época la perfección en las escrituras, con el fin de poder afirmar conocer el mejor camino hacia Dios. ¿Eso quiere decir que Jesús siempre estuvo en contra de toda forma de “religión”?

Jesús no vino a juzgar a los hombres sino cumplir la Ley y hacer la demostración de la incapacidad humana que administrar carnalmente la dimensión del Espíritu de Dios.  Él hizo así resaltar el bien y no el “mejor” impuesto tan fácilmente por los fariseos de los cuales decía en Mateo 23-3/4: Así que, todo lo que os digan hacedlo y guardadlo; pero no hagáis según sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos mismos no las quieren mover ni aun con el dedo. Es maravilloso percibir cuánto, en estas algunas palabras, hay allí toda la descripción de la naturaleza religiosa que está tan fácilmente la nuestra.

En el “mejor” de las iglesias, hay esta carga que se quiere dar una buena imagen de Dios, lo que es una buena voluntad quizá encomiable, pero que desgraciadamente no puede llevar buena fruta, puesto que la palabra de Dios está allí para traer el equilibrio, y que en el "mejor" hay ya desequilibrio. Mientras una iglesia o religión resto en la moderación y la humildad, este mejor no es demasiado sensible y cada uno en su integridad personal, progresa sin demasiado choques en una comunión con Dios en la cual la fe puede permitir a cada uno avanza por sus propias experiencias, y así da a Dios la libertad de trabajar en un corazón a corazón con éste que quiere seguir Le.

Lo peor en la búsqueda de este "mejor", es que todo es bueno para percibir cualquier sutileza insospechada hasta entonces y utilizar la al contrario de lo que Dios quiere que hagamos, en la presunción de una mejor educación, sin darse cuenta de que el trabajo sea intelectualizado carnalmente y no puesto en práctica por la fe en comunión con Dios. El bautismo del Espíritu Santo es dada por Jesús para armar superiormente aquél que hace a Él la solicitud con un corazón sincero y desprovisto de malas intenciones, pero el Santo Espíritu puede convertirse en una fuente de revelaciones mal utilizadas. No está cuestión que dudar de la sinceridad de aquél que recibió este bautismo, pero quedar vigilante de no dar razón al enemigo de nuestras almas que sabe tan bien utilizado nuestras buenas intenciones en su favor. A través de este bautismo, el propósito de Dios en Jesucristo es dotar a la persona a una nueva lógica, una nueva base de trabajo para la liberación del corazón, del alma y el espíritu de la persona ella misma, y posiblemente de los que la rodea. Se trata así de un arma espiritual en la imagen de un nuevo software de trabajo, que permite llevar una verdadera lucha en contra de nuestra propia lógica de auto-protección humana. Si después de su recepción, la persona que la utiliza para refinar su dimensión carnal, haciendo que se vea más como la lógica de Dios concebido en el amor al prójimo, el resultado será mejor y mejor disfrazado de su carnal lógica yendo posiblemente hasta la ceguera y no de su liberación, el alma y el espíritu. En esta liberación de hecho se habría descubierto el amor de los demás, creciendo en ella, como Dios querria dar lo a cada uno. Este amor, que se anunció en 1 Corintios 13 como siendo el único que nos puede guiar hacia la perfección, se convierte para la persona que tomó el camino del arrepentimiento y el trabajo en sí mismo, el punto de referencia principal para progresar en la santificación,  porque permite a cada uno hacer progresos con felicidad y alegría, de acuerdo con la Ley de Dios, sin sofocar la personalidad individual.

El bautismo del Espíritu Santo es claramente el "arma de doble filo", que, utilizada con la carne, puede producir incluso catástrofes más aún destructivas cuando pueden llegar a lo más profundo del alma y del espíritu. Esta es la razón por qué, Jesús bautiza a la persona sincera en el momento, sólo si está totalmente desprovista de mala razón, puesto que el enemigo de nuestras almas se utilizará hasta esta sinceridad para guiarnos en sus caminos y que sería, en caso de falta de sinceridad, una otra razón que no sea el amor de nuestro prójimo que se convertiría en la alerta interna en nosotros, la ley sólo como medios de control retrospectivos y no ahora de guía.

Sin embargo, que no haya más fiel y tierna amiga, más consolador que el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, sino en la manera de gestionar sus revelaciones, que recibimos de él puede convertirse en libertador de los espíritus carnales o de otra manera destruir si le damos la razón de cualquier condena alguna, incluso y sobre todo la nuestra. La palabra que recibimos del Santo-Espíritu debe pues permanecer medida y siempre llenada con moderación, incluso si es muy importante nunca cubrirnos la cara ante las maniobras del enemigo a las cuales es fácil dar razón. La palabra de Dios juez de ella mismo y nuestra calidad no es la de acusador, sino ésta de abogado.

Hay pues dos grandes tipos de errores que evitar, no necesariamente debidas a las malas motivaciones de los que predican lo Santo-Espíritu, pero incuestionablemente debidas a un excesivo deseo de un "mejor" resultado presuntuoso. La primera que a menudo está un error de juventud o una falta de madurez espiritual, está de dar demasiado a menudo razón a desbordamientos de histeria en todos tipos, en combates espirituales frecuentemente privados de buen sentidos que glorifican eventualmente ésos que los llevan, pero de ningún modo el Espíritu de Dios. Era la trampa que estaba tendido al setenta cuando Jesús los recogidos diciéndoles que en absoluto veía Satanás caer del cielo, pero de alegrarse no de que los espíritus se sometían, pero de que sus nombres eran grabados en los cielos. (Véase Lucas 10-17/20). Esta clase de acción que puede resultar buena excepcionalmente, se vuelve muy dañina cuando se vive diariamente con personas escasas y mal preparadas espiritualmente. En exceso, esta actitud produce a corto y medio plazo minusválidos espirituales más o menos fanatizados, más o menos supersticiosos en un desequilibrio evidente que solamente los interesados no ven.

Al contrario de este comportamiento, hay un profundo error más difícilmente perceptible, que es una excesiva intelectualización de la enseñanza recibida del Santo-Espíritu por el guía spiritual, pero expresada como un deber al cual los sujetos dan entonces razón en una utilización carnal, sin que hay experimentación de sus parte. Estas personas creen que es suficiente de dar la razón a la experiencia perfecta de los demás y lo que el Espíritu Santo revela en la educación, para renovar el espíritu humano en la naturaleza del Espíritu Santo. Se trata aquí de una confusión fundamental, ya que no es en la enseñanza recibida, la renovación del alma y del espíritu se produce, pero en nuestras respectivas victorias dentro nuestra propia vida, cuando, a pesar de nuestros miedos para seguir le, nos dejamos guiar por la confianza que ponemos en el Espíritu Santo, al momento exacto donde estaríamos tambalear nos en el error.

La profusión de la enseñanza produce el efecto opuesto en la persona, ya que recibe esta enseñanza como un deber que debe realizarse para agradar a Dios, al cual da entonces razón de manera carnal, sin renacimiento espiritual de carácter divino. Esta comida del alma, hecha para un combatiente aguerrí aporta una comida demasiado rica y abundante para un espectador de sus buenas voluntades, y lo lleva muy rápidamente a la obesidad espiritual luego a la invalidez espiritual. Su psicología carnal que no puede hacer la distinción del error en una excesiva diversidad de reglas, nacidas de todas las muy buenas enseñanzas recibidas se encuentra entonces enfrentada a una imposibilidad de toma de decisión ante el pecado, por equivalencia de lo que considera error y le hace entrar en una forma de esclerosa, que puede compararse al autismo. Toda forma de alegría pasa a ser para él pecado en una excesiva semejanza de sentimientos. Es así que para lucha contra el pecado, la persona se lleva a renunciar a la vida que Dios querría dar a ella en abundancia y en el equilibrio de su propia personalidad.

Esta clase de error afecta más concretamente a la gente que ya tiene un buen equilibro carnal, a la cual más que de darles un deseo de experiencias personales que les harían vivir al Santo-Espíritu en toda su simplicidad, se da la conducta que debe tenerle con el fin de ser los mejores ejemplos. Lo peor es que, por esta autoprotección de las circunstancias, que elimina la confrontación con el espiritu carnal construido en ellos en el estado fetal, hay inevitablemente la conservación de este espíritu en su lógica de acción y reacción, por falta de ser enfrentados a él, y ser victoriosos por la fe, guiados por el Espíritu Santo en la verdadera grandeza de la vida cotidiana. No es sobrealimentando a un combatiente que podemos hacerlo más fuerte, pero implicándolo progresivamente al combate en un verdadero discernimiento del empeño que debe llevarse.

La sinceridad del corazón del sirviente de Dios, ni la de la persona interesada, debe ponerse en cuestión, pero este tipo de trabajo encubre la "verdad" del corazón, y aunque la persona se encuentra vestida eventualmente de fine lino blanco que le da una apariencia de Santidad, se volvió tanto grasa de todas las enseñanzas recibidas, que ella misma se volvió deforme y no tiene ya apariencia humana capaz de moverse, para convertirse en vencedor del espíritu.

El objetivo de la iglesia es colocar todo hombre en presencia de Dios para conducir cada uno a una plena madurez espiritual a través de una relación de corazón a corazón con Dios y una comunión viva con Jesús. El hombre que actúa por proteccionismo, en la esperanza de un “mejor”, se expone no hacer el bien que querría hacer, pero a hacer el mal que querría no hacer.

En cualquier caso, y cualquiera que sea nuestros errores, Jesús ama su iglesia, Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.

Sólo el amor permanecerá

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