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2 - Las iglesias cristianas


2 – 2 - ¿Si la espiritualidad cristiana es de carácter superior a éste de las otras religiones, por qué no obtiene mejores resultados?


No es porque el medio puesto a disposición de cada uno es superior, que se utiliza bien. Algunos dirían en eso que "el enemigo", llamado por otra parte Satanás, el amo de nuestro carácter animal, ataca ellos aún más, puesto que tiene más que perder de un ambiente espiritual divino que de un medio carnal del cual es el amo. Esto no es completamente erróneo, pero no una excusa, ya que si el deseo de los que quieren seguir a Dios es formal, el enemigo hecho siempre una obra que lo equivoca, sus derrotas sirviendo de estribo a nuestra subida espiritual. Colocarse en víctima del Enemigo de nuestras almas sirve realmente para justificar nuestra incompetencia de no saber utilizar un corazón a corazón con Dios para hacer su voluntad y no la nuestra, pero también para promover el Satanás, que podríamos considerar por eso, más o menos igual a Dios.

Es fácil decir en palabras, hacer la voluntad de Dios, pero en realidad sólo actuar dentro de un solo aspecto carnal de buen cristiano. y desacreditar así, Aquél que estamos intentando promover. Está la razón por la que, el que se avanza diciendo representar Dios como el hecho la iglesia en general, y más concretamente toda iglesia cristiana, puede más fácilmente desacreditar Dios que justificarlo a los ojos de la mayoría. Más nos acercamos en efecto real "carácter" de Dios, más podemos desacreditarlo; no a causa de él, sino de nuestras presunciones.

Estas presunciones ya comienzan en nuestra naturaleza carnal que nos da la impresión intelectual que puede hacer tan bien, que estemos dotados o no con el bautismo del Santo-Espíritu, y cualquiera que sea la manera de administrar lo que nos enseña el propio Santo-Espíritu. Está allí confundir nuestras capacidades de análisis intelectuales acompañadas de toda nuestra buena voluntad, y nuestro propio carácter espiritual. Intentar hacer funcionar la lógica espiritual a partir de una lógica carnal, es intentar hacer leer un disco vinilo 33 vueltas por un lector CD o recíprocamente. Sin el bautismo del Santo-Espíritu, es en efecto imposible entrar en esta nueva lógica, razón por la cual las iglesias cristianas que no enseñan a los bautismos del Santo-Espíritu sobre el conjunto de los sujetos, pero solamente sobre los servidores llamados al Ministerio, mantienen el conjunto de la iglesia en una dimensión carnal mangoneada más o menos severamente.

Sólo, los que buscarán entonces intuitivamente a Dios en una forma de corazón a corazón recibirán, a veces sin saber lo, esto don del Santo-Espíritu, lo que los pondrá casi inevitablemente en la idolatría del Ministerio o a de Contrario, en el conflicto. Eso provoca como un dilución del Espíritu Santo al favor del espíritu carnal, incluso si conviene permanecer en el equilibrio y no caer en ningún exceso. Afortunadamente para aquéllos, podemos decir con certeza que Dios no espera que el hombre sea enseñado de la existencia del Bautismo del Santo-Espíritu para proporcionarlo, si éste reconoce sinceramente en Jesús a su Salvador personal y el Señor de su vida.

Esta falta de enseñanza no es buena, pero hay peor: Está enseñar, o mismo simplemente dejar suponer, que el Bautismo del Santo-Espíritu está como un final en sí, como si nuestra naturaleza antigua se estaba transformada instantáneamente en la naturaleza propio de Dios, y que el más del Santo-Espíritu iba entonces a hacernos pasar en una dimensión casi superior. Es una ignorancia de nosotros mismos que conduce a tales interpretaciones. Si el Espíritu Santo invade probablemente cualquier tamaño de nuestro Pequeño Cerebro del Corazón, al momento del bautismo en el Espíritu Santo y trae temporalmente lo que comúnmente se llama el fuego o la alegría del primer amor, aunque fundamental, es sólo  la apertura a reescribir más o menos la totalidad de la mente carnal construida previamente en el cerebro, para lograr el equilibrio deseado por Dios.

Es cierto que el bautismo del Espíritu Santo es un fin en sí mismo, para aquellos que lo reciben en las condiciones del ladrón en la cruz, pero esta enseñanza se vuelve casi una herejía, y al menos un señuelo de gran alcance del enemigo, para éste que recibe este bautismo del Espíritu Santo en su vida, para trabajar por la Fe, a lo más profundo posible renovación del espíritu de la naturaleza humana, construido y edificado en su cerebro.

Es peligroso y casi criminal que enseñar la gracia del Espíritu Santo en una forma de superioridad cristiana, que conduce al hombre a creerse llegado, antes de irse. Es en este momento que éste que dio razón a la educación haciendo la mescla de dos situaciones opuestas, como puede ser la muerte del ladrón en la Cruz y la vida de cada día, va a utilizar el nombre de Dios en vano y se convertirá en culpables hacia el tercer mandamiento de Dios. Es como dar la presión en la cabeza de un recién nacido en su bañera y conducirle a la confusión entre fe y presunciones, deseos carnales y la voluntad de Dios, a ver el orgullo y la supremacía de Dios, es como usurpar la Gloria a Dios. Dios ciertamente aún estará allí, para intentar abrir los ojos de la persona sincera en el error, pero cuantas guerras y los malos testimonios se pudo evitar. El desastre no está demasiado grande, cuando va dirigido a hombres desconocidos, sino puede convertirse en la fuente de muchos desastres si va dirigido a una persona débile cuyo poder es grande entre las naciones.

El Santo-Espíritu se encuentra nunca en nuestros corazones con el fin de permitirnos demostrar nuestra superioridad sobre los otros hombres, actitud que Jesús nunca ha tenido sobre tierra, pero al contrario para ayudarnos a superar nuestros errores carnales con suavidad y verdad. Es una gracia suplementaria concedida por Dios al hombre, para que podamos entrar hasta la naturaleza de Dios de Serenidad y Amor. Después de cada paso de fe que nos vuelve vencedor de nuestra antigua naturaleza, nosotros mismos descubrimos que la ley de Dios en informe a "su" victoria en nosotros, se encuentra entonces inscrita muy en el fondo de nuestro corazón, según una maravilla de buen sentido que resulta entonces evidente.

Dios quiere hacernos participativo a su Gloria, pero en la humildad solamente.

Ciertamente lo comprendieron sin que tuviéramos que decirlo, si la superioridad de Cristo más a menudo no se pone de relieve, con relación a las religiones idolatres o carnales, es debido a nuestras presunciones y nuestro orgullo, por lo tanto de nuestro carácter humano. Es así que los que actúan con mucho menos activos que nosotros, obtienen a veces de bien mejores resultados, pues motivados a menudo de la sola recompensa carnal.

¡Que Dios nos perdona!

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