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CAPÍTULO 1






¿Era yo más malo que otros?

 

                                                    

Al igual que el de ayer, el mundo de hoy pretende construirse un universo en el cual la felicidad es a la imagen de su bien, a la imagen pues de “dios” que se construyó en él. Que se llama Dios, dinero, sexualidad o cualquier otra cosa, es el primer lugar que este “dios” ocupa en el corazón del hombre que va a condicionar este último.

En las religiones como en la política, no hay nada y el mundo entre se rasga para hacer valer a veces las opiniones de algunos, al riesgo que de los millones no sufren a menudo graves malos tratos y no se mueren. 

Durante el tiempo que pasaremos juntos, intentaremos comprender porqué tanta gente sobre la tierra reivindica actuar en nombre de Dios y se hace también a menudo la guerra. Numerosas son en efecto las guerras verbales desconocidas de todos, sólo estaría en lo más pequeño de nuestras sociedades que es el par. No los llamamos inevitablemente guerras, sino generalmente conflictos.

Es curioso constatar hasta qué punto estos conflictos siempre son condenados por la mayoría de entre, mientras que son la base incluso de la construcción psicológica individual a la cual damos así fácilmente razón. Es en efecto del conflicto que nace el subconsciente que fija nuestro entendimiento y nuestros límites a partir de nuestra más blanda infancia. ¿Dirán mientras que las guerras son buenas y necesarias, que la tiranía de determinado es justa ya que indispensable para la progresión y la humildad de los otros?

Dios no nos dio en Jesús-Cristo un ejemplo de tirano, sino al contrario el de un Rey humilde, vinculado a la felicidad de cada uno. Sucumbió nunca ante la adversidad y la tentación de implicarse a la imagen un simple humano condicionado por sus deseos y sus pasiones. Es pues sorprendente constatar cuánto hombres y de naciones al compás de los siglos, se implicaron y se implican aún al contrario del modelo que nos dejó, muy en reivindicando actuar en su nombre. ¿Lo que estaba entonces? ¿Lo que es hoy? ¿Lo que será mañana?

¿La raza humana que se encuentra ser conducida aún hoy, por una lógica en la cual se encuentra más elaborada que educada, podrá encontrar realmente la paz sin Dios? La Unión-Soviético fue la perfecta demostración de las posibilidades de un pueblo conducido por una doctrina humana que rechaza enteramente a Dios, cuya experiencia sólo aportó desgraciadamente depravación física y moral, como fui testigo. Somos todos los eslabones de una cadena que escribe la historia de la humanidad. ¿Cuál será la longitud mañana? ¿Seguirá? ¿Se detendrá? ¿Esta cadena guiada por una lógica concebida para administrar conflictos menores resultantes de las profundidades de la noche del tiempo, seguirá regulando indefinidamente este mundo moderno donde las tecnologías no son más de tamaño humano?

Numeroso de entre nosotros sólo se preocupan muy poco, ya que más preocupada por su pasar a ser inmediato que por el pasar a ser del hombre. ¿No serían con todo a la víspera de una convulsión indispensable de nuestra guía del comportamiento, sin el cual el peor debe temerse?

Mejor nosotros mismos vamos pues a intentar juntos, de hacer las aproximaciones psicológicas y espirituales de nuestros motores de conducta, con el fin de comprendernos, y comprender mejor la voluntad de Dios para la humanidad y la política que los conduce. Haremos para eso una rápida síntesis histórica de lo que canaliza aún hoy nuestra memoria colectiva, que confundimos a menudo con la voluntad de Dios. ¿De todos estos políticos de derecha o izquierda, allí tiene por otra parte el mejor que otro? ¿Son más malos que otros? Por mi parte: ¿Era realmente más malo que otros? ¿O era un hombre simplemente?

Estas cuestiones no se formulan con el objetivo de comparación a saber si soy mejor o peor que algunos, pero para que nadie haga una verdadera introspección en este sentido y no se condena. Hay en estas interrogaciones uno postuló que yo tener mucho tiempo algunas dificultades para percibir, tanto es fundamental no condenar a alguna persona que sea, pero sus actos. Qué que hayamos hecho, “somos todo resultantes de la misma naturaleza”, una naturaleza humana hecha a la imagen de Dios. Si juzgamos y condenamos el hombre y no sus actos nosotros juzgamos su naturaleza, y por eso nos pronunciamos contra nosotros mismos. Por ello podemos llegar hasta dar la muerte conscientemente a alguien que lo dio eventualmente por motivos inconscientes, con el pretexto de que la ley nos da razón. Pienso allá que toda ley por la que se prescribe la pena de muerte sería justa, si no se aplicará el texto de ésta se terminaba por “pero este dolor, ya que aunque podemos tener el odio de los actos cometidos por el o ésta que la merece, nos lo gusta demasiado permitir a cualquiera retirarle la vida, su dolor pues seremos conmutados en… ”.  Encontramos por otra parte esta conclusión en la realización de la ley divina en Jesús-Cristo. Dios no nos comunicó su ley perfecta con el fin de darnos el derecho a eliminar el o la que estuvo en el error y llevó allá una culpa a otros. Nos la transmitió al contrario para aportar a cada uno la clave de las dificultades que reproduce sin incluirlos, y poner a su disposición el medio de poner remedio. Es el gran psicoterapeuta hasta cierto punto universal, por quien cada uno puede acceder al el mejor. Los mejores, disponemos a través del arrepentimiento de nuestros actos imperfectos, porque conducidos por motivos impuros, que nos incitan a reproducir perpetuamente las mismas faltas en muchos ámbitos, por asimilación a un contexto conocido.

En lo que se refiere, mis actos todos no lo habrían condenado a la pena de muerte ante la ley de Dios, pero de otros la habrían merecido ciento veces. ¡No soy sin embargo peor que otro! Nací en una familia católica un poco compartida entre la fe y algunas heridas del pasado, pero yo recibidos sin embargo esta enseñanza a partir de mi juventud. Hacia nuevo, diez, ver once años, yo tener por dos o tres reanudaciones, el corazón transportado de impulso hacia Dios, pero después de la renovación de mi comunión solemne, me alejé sin embargo muy rápidamente de la fe. La primera de las causas, bien banal en sí mismo, fue el comportamiento de un peor hombre de Dios “no que otro”, pero sin duda torpe. Producida la herida, acentuada probablemente por mi orgullo y mis propios errores, iba a comenzar a crear en mi este alejamiento de Dios.

A diez siete años, contaba más ya bien con mí mismo en cualesquiera circunstancias, que en Dios a las cuales creía cada vez menos. Se me compartía entre mis pasiones para los cursos ciclistas, y el trabajo al puesto en el cual había entrado fortuitamente. A veinte años, ocupaba aún muchos fines de semana a la competición, pero tenía mi propio vehículo desde hace dos años, y mis entusiasmos evolucionaban hacia otros deportes. Algunos meses antes de mis veintiuno años, la mayoría del tiempo, estuve por otra parte a punto de hacer la competición automóvil formulo tres. ¿Soñaba de eso realmente? ¿Simplemente eran deslumbrados por la notoriedad que este deporte podía aportar? No podría hoy afirmarlo de ningún modo. Una cosa es cierta, a falta de una autorización parental, yo hizo nunca fórmula tres.

Al compás de los años, Dios desaparecía cada vez más de mis pensamientos, y si me seguía siendo aún algunas sospechas, mi orgullo era demasiado grande para que deje traslucir la menor aparición. En la loca esperanza de una carrera deportiva gloriosa, de más imprudentemente había abandonado mi trabajo al beneficio de mis ilusiones, y sólo poseyendo en ese momento un banal nivel de tercero trabajado por correspondencia, la trampa se había vuelto a cerrar sobre mi. Mi futuro, hasta allí todo trazado al Servicio de Correos, se era detener con mi intrepidez. Me volví entonces útil en realizarlo todo lo que yo pus, pero a pesar de la ayuda de mi familia que no lo abandonó, crucé varias semanas muy dolorosas de ociosidad moral.

Mis veinte y unos años no eran sin embargo aún pasados, que ya mi objetivo se dibujó. No era mientras que todo ello principio del ANPE y el FPA (Formación profesional para Adultos), pero uno conduciéndose hacia otro, observé entonces la posibilidad de un sector que lo conduciría a un nivel de dibujante proyectista en mecánica general, si perseveraba suficientemente. Me conocía de las capacidades en la materia, mi convicción fue pues grande: ¡“yo mismo multiplicaré mis esfuerzos y me pagaré lo que la oportunidad no me había concedido! Seré dibujante proyectista para tener los medios pasar a ser: ¡Piloto! "

Yo vividos entonces este ideal como una empresa personal, un objetivo que me fijé, pero sé también que hubo en eso una fe que Dios me dio. Mi marcha en absoluto no fue tan rectilínea que habría podido imaginarlo en primer lugar, sino por mis veintiséis años, y a pesar de algunas inconstancias, obtuve un título equivaliendo a recipiente más dos alrededor. Tres años iban aún a pasarse antes de que no hiciera mis principios de “piloto”. La fórmula aficionado estaba bien ridícula en relación de mis esperanzas, pero diez años durando iba a practicar una disciplina del deporte automóvil llamado Auto Cross, a la gran desesperación de mi esposa.

Efectivamente no había triunfado de alcanzar soltero, el cabo de mis veintidós años. Entonces me había casado delante de Sr. alcalde, y en la más perfecta hipocresía: Delante de Sr. LA cura. Habíamos tenido desde entonces dos pequeños muchachos formidables, a los cuales no iba nunca verdaderamente a controlar el arte de hacerles saber. Había aprendido a pegarme, y porque los asimilaba un poco demasiado a mí mismo, estaba para ellos lo que estaba demasiado a menudo para mí. ¡Era excesivo en todo!

En una vida desbordante de actividad, mis suposiciones de la existencia de Dios a dolor habían subsistido un tiempo, antes de desaparecer. Dios me permitía comprender ahí tienes varios años, que la poca sensatez que había conservado de mi infancia, se era se desmaya completamente a partir de mi primer adulterio. El equilibrio que habré podido recibir por la sabiduría que él da a este que se lo pide no riesgo que me sea concedido, y mis presunciones eran grandes. Dios había pasado a ser para mí una herejía humana, y la única evocación de la palabra “Dios “hacía subir la cólera en mí. Sólo estaba según mis explicaciones “una imaginación malsana de escasos que temía la muerte, una peor maquinación aún de los que quieren hacer respetar sus normas y solamente los suyos, pero no tienen ningún respeto para otros; ningún respeto ante el sufrimiento humano, al cual imponen sus normas desprovistas de amor y sensualidad “. Habría querido por mi parte, llevar por ejemplo ayuda a todos los y el que carece de agua en el desierto, más bien que hacer de estas tareas un problema de dinero.

Mis pasiones eran con todo tales, que me conducían a excesos a veces bien pueriles, ver deshonorando, sin que eso me permitiera hacer una aproximación entre el mal comportamiento que denunciaba en otros y mi propia ingratitud hacia otros. En paralelo, había pasado a ser por supuesto más además de rebelde a toda forma de autoridad humana o divina, que impugnaba a menudo por sarcasmos.

Mis logrados objetivos de título, la casualidad del mercado laboral me condujeron progresivamente a un empleo de técnico en equipamientos agroalimentarios y farmacéuticos. Esta función bien banal en sí mismo iba a aportarme experiencias humanas, incluidas el en la Rusia del antiguo régimen, que se revela ser hoy el fenómeno que desencadena de nuestra reflexión, y el tema de nuestro próximo capítulo.

Me elevaba progresivamente más hacia una posición social que envidiable para mucho, y me consideraba a un padre si no perfecto, sino sobre la media. Aportaba, me parecía, un máximo de distracciones y bienestar a mi familia: Teníamos el camping-autocar, las vacaciones de verano, los deportes de invierno, los fines de semana a los Auto Cross, los regalos… Tan- mi presencia, naturalmente no hablan.

Corría después del éxito social, como mucho lo hago, sin darme cuenta, que la clave de la felicidad no está allí. Abordaba con todo a menudo el tema, pero el sentido profundo me escapaba. Buscaba la “felicidad” para mí mismo y para los nuestros como me parecía bien de aportarlo, pero confundiendo el amor con lo que llamo hoy, para casárseme las buenas ideas “sesenta huitardes” en junio de 1.968, siempre que casi habr3e creído tenerlo, todo se hundía.

, Había sido bien presuntuoso y absurdo considerar que la buena voluntad y el sacrificio humano, podía sustituir al amor. Me era así dejar doblar a casar a una joven muchacha encantadora quien me no gustaba. Confundía realmente materialismo y felicidad, lo que iba a llevarnos que nosentre rasgara durante diecisiete años. Diecisiete años durante los cuales no combinamos ni uno ni otro aceptar herir nuestros niños por un divorcio, mientras que a cada discordia esta palabra era pronunciada.

Qué herejía, ellos era ya muriéndose, y nosotros no querían herirlos. El apóstol Paul en la epístola a los romanos, nos dice a este respecto: “pero mí soy carnal, vendido al pecado. Ya que lo que yo realizados, ella no comprendo. Lo que quiero, no lo práctico, sino lo que odio, he aquí lo que hago. ” No lo citaremos siempre, pero este escrito será la base con mucho de nuestras reflexiones. Era en efecto el reflejo de este texto, ya que habría querido hacer el bien para mis niños y mi esposa, pero el pecado que lo llevaba era con mucho el lo más muy posible. 

En una coyuntura económica bien difícil, mi progresión social seguía sin embargo evolucionando. Condicionada por distintas circunstancias, una breve experiencia iba por otra parte a serme muy ventajosas. Del empleado quien todavía había sido, iba a crear a mi propia sociedad decorador ingeniería en instalaciones agroalimentarias, con para socios algunos industriales amigos. Se me se acostumbraba a los excesos en todas las clases, pero profesionalmente iba a poner por adición las bocanadas dobles. Pues casi obligado y forzado que una noche de febrero, con distintos amigos, me dejé arrastrarme a un baile encubierto.

De éste iba a nacer mi nueva vida, se llamaba a “Marie-Claude”. Les pasaré obviamente los detalles, pero dos semanas más tarde, por fin tomando conciencia a su contacto de la motivación insospechada que las conducía a las distintas extravagancias deportivas, y enamoradas, las cosas iban rápidamente evolucionar. Sin ser verdaderamente consciente, buscaba la reciprocidad del amor de una mujer, sin embargo aceptar herir ni el con el cual se casaba entonces, ni mis niños.

El idilio entre “Marie-Claude” y mi había durado una pequeña semana, pero el tiempo de un fin de semana a la nieve, nos dejamos, solucionados uno y otro de no mantener una relación ambigua de amantes. Al primer grano de arena siguiente, el conflicto vino a sin embargo barrer un “matrimonio”, que no había estado nunca en mi que un “sacrificio”. Acepté dejar el buque que el mar por otra parte quizá nunca no había tomado, tanto durante estos diecisiete años ella había sido agitado. A partir de este momento, aunque un largo camino quedaba por recorrer, para oficializar el deseo de mi corazón, a mi esposa no iba ya a llamarse que a Marie-Claude.

Una página se volvía para mi, pero también para los que había herido desgraciadamente. Esta es la razón por la que quiero seguir siendo moderado, en el entusiasmo de mi nueva vida, tanto yo comprendo sin embargo poder medirlo, el suplicio que eso infligió a mi ex esposa y mis propios niños. No tendría por nada del mundo querido hacerlos sufrir, pero mis límites sólo eran humano, y como muy humano, incluso de buena voluntad, no era más que un humano. ¿No era en ese caso la menos mala solución, más bien que, conducido por demasiado pesado exceso de “buena voluntad”, yo un día esté implicado a actitudes inhumanas tal que pueden estar algunos infelices locos?

Parce que sólo conocen la violencia en respuesta a su incomprensión y su desdicha, son traídos al irreparable, y superados los límites del humano para darse la muerte a continuación.

Al contrario de estas catástrofes, Marie-Claude y mí vivían el inesperado. Lo que teníamos uno y otro buscado en el cónyuge, lo encontrábamos en otro. Éramos cada noche, a rehacer el mundo a nuestro modo de ver. Un mundo en el cual la gente sería atenta y agradable hacia otros, un mundo en el cual los habitantes del desierto no tendrían ya sed ya que habríamos ido a instalarles bombas, un mundo en el cual incluso en los países más remotos, los niños no se morirían ya ni de sed, ni de hambre, ni de frío, ni de enfermedades, dado que habríamos ido a ayudarlos.

Tout était comme trop merveilleux, car très vite les choses allaient se gâter côté société. La coyuntura social era entonces la la más sombría y a pesar de algunos buenos éxitos técnicos, menos de dos años más tarde, el tribunal de comercio me declaraba en cese de actividad.

A al día siguiente de este juicio, mientras que aturdido, comenzaba a clasificar definitivamente todos mis documentos, una llamada telefónica me aportaba el pedido que habría salvado a la empresa la víspera aún. Con el apoyo logístico de socios industriales, traté sin embargo este mercado en tanto como coordinador. Realización desamparada financieramente, comencé entonces a adaptarme de situaciones bien paradójicas. Desfilaba de día en traje corbata y reuniones de asuntos, mientras que la noche me desplazaba en autostop a la buena voluntad de los conductores de carreteras, alimentándose con algunas manzanas de maíz recogidas en los campos. Consideraba siempre que la vida era ser activa, ver sobre activo, pero no decía ya como así a menudo lo había repetido, “yo no tengo nada que hacer de morir a cuarenta años, ya que habr3e hecho mucho más que muchos a del veinte”. En el fuego de la acción, los había sobrepasado.

A pesar de todas estas pruebas, permanecía a nuestro nuevo par la vida, el amor, la esperanza. Esta esperanza iba entonces a llamarse “Venezuela”. La supervisión del montaje de una fábrica lo había conducido hacia Colombia algunos años antes, y había vuelto de nuevo completamente “embalado” por América Latina; teníamos un amigo venezolano que preveía una colaboración con Marie-Claude en el medio hospitalario; tenía un socio industrial que disponía de una sucursal allí cuya producción quería diversificar; fuimos pues de viaje preliminar y volvimos de nuevo locos de esperanza. En los meses que siguieron, no se decantó nada con todo en este sentido.

Cuando les decía ahí tienes algunas líneas, cuánto afinidades me nos descubríamos recíprocamente Marie-Claude y me, había omitido voluntariamente precisarles un “detalle”. En la evocación de nuestras ideologías, en absoluto habíamos hablado espiritualidad, ya que leyendo algunos libros a este respecto, yo nos creíamos juiciosamente inspirados. El principal no se había abordado con todo nunca entre nosotros: ¡Dios! ¡Jesús! Tendría por otra parte basta que este tema esté mencionado en nuestro encuentro, para que huya inmediatamente y nunca a este hereje retrógrado. Y con todo, Dios, ya casi los había recuperado. Debería por otra parte decir, “me tenía” más bien que “nos tenía”, ya que cosa que ignoraba afortunadamente, desde su infancia Marie-Claude siempre había rogado a Jesús a la manera en que su abuela se lo había ensenado.

La mía mi abuela, por fin una del dos, por sufrimiento de la pérdida de un niño y muchas confusiones, había deslizado progresivamente hacia una forma de ocultismo, lo que lo había llevado que creyera al mal. El “mal”, la verdad, la espiritual, que conduce al mal en todas sus dimensiones y cuyos volveremos a hablar en el capítulo “la carne, guerra”. En la multitud de mis presunciones vinculadas a nuestra “evolución”, me creía capaz por supuesto de resistir por mi propia fuerza, mi propia voluntad. El bien en Dios, en Jesús-Cristo, no siendo que herejía y mentira…

Marie-Claude rogaba pues, y sólo rogaba Jesús-Cristo, pero no estaba convencido muy de que podía oírnos y sobre todo respondernos. En absoluto estaba convencida de la existencia del mal como tal, pero colocarlo todo lo que podía a nivel espiritual sólo representaba para ella delirio místico, como había recibido la enseñanza a la escuela de enfermera. Inútil de decirles, que entre nosotros la zanja era pues muy grande, pero muy amplio que era, no era demasiado profundo probablemente. Nuestras dificultades de supervivencia ciertamente ya habían colmado la mayor parte.

A las miserias profesionales y financieras, había venido a ejercitarse conjuntamente la de la enfermedad, como un obstáculo venenoso a la felicidad marital naciente. Al compás de las semanas y meses, el conjunto iba sin embargo a crear entre nosotros un denominador común, que iba a acercarnos a uno del otro, pero sobre todo de Dios.

Permanecía siempre también convencido de que Dios no existía, pero lo no ironizaba ya que a la imagen de algunas bromas oratorios que seguía queriendo a pesar de todo. Me gustaba especialmente hacerlo con Nathalie, una amiga quien nos entrevistábamos con frecuentemente en esta época, y que se avanzaba recientemente en una conversión cristiana sincera. Pasaba de buen grado horas por inquietarla sobre este tema, aunque del catecismo que tenía con todo aprendido estudioso, no me seguía siendo más que las pocas cosas. L'un des rares textes bibliques qui subsistait en ma mémoire, était les noces de Cana, là où Jésus changea l'eau en vin.

¡ Los líquidos alimentarios, no se me la hacía, era mi ámbito! Apreciaba en eso alegar mis experiencias, lo que dejaba un buen número estupefacto. Cargaba en cuenta siempre entonces mis sempiternas elucubraciones que mis interlocutores escuchaban, hasta hacer a menudo dudar su fe: ¡“Jesús era un extraterrestre venido antes de su hora! El día de las bodas, antes de que el vino falte, había puesto el empolva de perlinpinpin en el fondo de las jarras, y cuando los criados venían a informarle del problema, les había dicho en gran señor: ¡Ponga agua dentro y el agua se había transformado en vino! Estos pobres lamentables del tiempo sólo había el azul. ¡” Y aquí! ¡Toda mi ciencia era desarrollada!

Me irritaba un tanto bien este pequeño joven, con sus veintidós veintitrés años, y sus melindres de otra edad, pero como por otra parte llegaba a menudo a hacerla callar, movido por un placer malévolo, seguía combatiendo las chiquilladas  en cuáles ella se habían hecho atrapar.

Si soy honesto ellos comenzaba bien con todo a sacudir un tanto mis teorías estas dichos chiquilladas, ya que en algunos momentos de soledad, ante mis dificultades que asimilaba de buen grado al resultado de algunas prácticas ocultas a nuestro aspecto, me vuelvo a ver recitar a algún “Nuestro Padre” y “les saludo a Marie”. Es necesario decir que Marie, la madre de Jesús, por asimilación a sus hijos el extraterrestre, era a mi juicio ella tan “marciana”. No se trataba por otra parte, simples palabras de conflicto o burlas, sino al contrario de una convicción casi inquebrantable salida de mis lecturas “muy espirituales” y no de mi enseñanza básica.

Un día sin embargo, varias semanas después de nuestra vuelta de Venezuela, mientras que mis esperanzas de una estructura franco venezolana se esfumaban, yo encima, sí yo “encima” que tres semanas más tarde, tal día, pasaría algo que: “trastornaría mi vida”. ¿No me piden cómo yo encima? ¡Yo el encima!

Algunos días pasaron, quizá una semana, cuando el pequeño Nathalie me nos invitó Marie-Claude y me a una reunión de los “Hombres de negocios del Pleno Evangelio”. ¿Era como al día casualidad, mismo que el que “sabía”??? “Tenga esto es raro”  ¿se dice? ¡Y permanecí allí!

La cosa lo había desafiado mucho, pero seguí a mi retén de camino, en el posible encuentro de cualquier benefactor.

La víspera de este famoso día, Nathalie nos visitó en la tarde, y como frecuentemente permaneció cenar. Terminada la comida, nos instalamos a charlar en el salón y nuestra conversación volvió de nuevo muy naturalmente sobre el mismo tema: ¡Dios!

¡ No me dejé siempre contar! Medianoche, una hora, las dos horas de la mañana, el tiempo pasaba rápidamente, cuando Nathalie nos dio prueba de un milagro del cual había sido testiga o que otros le habían informado, yo no sabe ya. En el impulso de nuestra conversación, él concedí bien de buen grado muy también fácilmente que concedemos una broma, un gran “Ah, Ah, Ah, de Dios como eso, yo queremos bien”. Nosotros no detuvimos sutilmente sin embargo sobre este “detalle”, aunque inconscientemente lo había desafiado probablemente.

Tres horas se acercaban, cuando repentinamente, fuera de toda observación debidos a la conversación, sorprendida de no realizar nunca anteriormente tal evidencia, descubrí en mí mismo con asombro una dimensión que yo nunca había presentido en mi interpretación bufón de las bodas de Cana: “Si Jesús era un extraterrestre hace dos mil de años, era, hace dos mil de años, lo que yo mismo no era aún. Y por deducción directa, cuánto a más fuerte razón debía entonces creerlo, puesto que conocía ya en esta época, lo que me era aún desconocido este día allí”.

Pienso que para la mayoría de entre ustedes lo mismo sucede. Para mí, no cambió nada, no soy astronauta todavía, yendo delante de civilizaciones extraterrestres. Verdad y espontánea como todavía lo había sido, pero en una dimensión puramente intelectual, como tenemos todos los saldos un día q' uno y uno hacemos dos, en el mayor asombro me exclamé entonces: ¡“Pero sí! Tiene razón… ¡Qué más da que haya podido ser Jesús, que haya sido un hombre o un extraterrestre, importante es seguir sus preceptos! »

Eran las tres de la mañana, y aunque probablemente estábamos cansados un tanto, no había nada de excepcional en eso que me permitía esperarlo a cualquier reacción personal, así no una buena broma de cada uno. ¡Iban a ser llevado con todo, de asombro en asombro! Ni siquiera había terminado mi frase, cuando una ducha de felicidad me invade en un punto que se tomó de reír y de llorada a la vez. No sabía ya dónde era, yo tenía deseo de abarcar todo el mundo. No era tampoco un sueño, ya que mi inmensa alegría era bien real, pero era lo que no podía premeditar no conociéndolo, y pienso nunca proponiéndose hablar previamente…

Era esto que algunos llaman “ser afectado por la Gracia de Dios”, y otros, algo más Bíblicamente dicen recibir el “bautismo del Santo-Espíritu”, o también “nacer de nuevo”. Si mis prójimos no habían sabido lo que había bebido, habrían podido creer, que se llenaba con vino suave, como fue el caso de algunos testigos de la misma manifestación producida sobre los apóstoles y su ambiente, al día de Pentecostés (véase Actos 2-13). Todo acababa para mí de cambiar repentinamente.

No les digo que algunas horas más tarde y después de un pequeño sueño, vivo las cosas realmente diferentemente durante esta reunión “de hombres de negocios” a la cual Nathalie los habían invitado. No se realizó nada de lo que había podido imaginar de la clase, “booff, quizá se entrevistará con cualquier benefactor”. Lo que iba trastornado mi vida y que habría podido recibir durante esta asamblea, acababa de recibirlo algunas horas antes, a las tres horas de la mañana sentadas en mi sofá, pero efectivamente el mismo día que el que “sabía”.

No van a creer que se trata de una nueva doctrina. Todas las religiones de base cristiana conocen la conversación que mantuvo Jesús a Nicodemo y que nos informa el apóstol Jean en (Jean 3-1/10 Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un gobernante de los judíos.

Este vino a Jesús de noche y le dijo: —Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, a menos que Dios esté con él.

Respondió Jesús y le dijo: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.

Nicodemo le dijo: — ¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?

Respondió Jesús: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es.

No te maravilles de que te dije: "Os es necesario nacer de nuevo." El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que ha nacido del Espíritu.

Respondió Nicodemo y le dijo: — ¿Cómo puede suceder eso?

Respondió Jesús y le dijo: —Tú eres el maestro de Israel, ¿y no sabes esto?//

Non, Nicodème ne pouvait pas connaître cela, car aucune religion ne le possède en elle-même. En absoluto podemos constatar el hecho, y allá decir conocer, pero hacernos lo vivir personalmente, solo Dios lo puede y quiere darlo a la humanidad. Es a la humanidad, decir sí a las promesas de Jesús, y también a de aceptarnos que volviera a entrar en sus obras, en la misma actitud de corazón que nos dice con respecto al viento: “sino no sabe de dónde viene ni dónde va. Esto sucede de cualquiera nació del Espíritu”.

¿Era pues más malo? ¿Se volvió mejor? ¿Nuestro par se volvió más santo, dado que Marie-Claude vivió una situación similar un mes más tarde? ¿Nuestra familia se convirtió en superior, dado que otros miembros lo vivieron también?

Tenía y teníamos muchas buenas intenciones previamente, al igual que tenemos aún hoy. ¿Se son muy realizados? No necesariamente, ya que el “viento sopla dónde quiere”. Es bien allí toda la dificultad de dejarse conducir diariamente por el “Viento de Dios”, sin saber el que mañana se hará. Cuando Christopher Colombo tomado el mar a bordo de sus veleros, era de puede cerca en la misma situación que éramos entonces, y sumas aún hoy, ya que recibir el Bautismo en el Santo-Espíritu, no es un final en para creerse haya llegado, pero es: “Saberse por fin ido”.   

¡Porque Dios es “el Eterno yo es”, Dios de Abraham, Isaac y Jacob, conoce a partir del principio las razones de nuestras desdichas, por eso allí donde nuestro pecado abunda, su Gracia desborda!

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